1. Mi madre probó una polla joven, y después, la mía


    Fecha: 20/11/2019, Categorías: Incesto Autor: Juan, Fuente: TodoRelatos

    ... deseaba follármela. Reclinó su cabeza sobre mi pecho. La dejé hacer, porque sabía que ya no había marcha atrás.
    
    —¿Crees que nos arrepentiremos de lo que pueda ocurrir esta noche?
    
    —Peor sería arrepentirnos de no hacer nada ¿no crees?
    
    Aproximé mi boca a la suya despacio para avisarla y la besé con el morbo que me inspiraba y con el miedo a un posible rechazo. Encarna rodeó mi cuello con sus brazos, acercó más mi boca hacia la suya y me devolvió un beso apasionado.
    
    Al separarnos sonrió.
    
    —Olvidemos por esta noche quienes somos —sugerí.
    
    —¿Y al despertar?
    
    —Imagínate que soy un chico que has conocido esta noche… ¡déjate seducir!
    
    —No podría haber conocido nadie como tú, serías el mejor …—susurró deseando que venciera su resistencia—¿Quieres vivir una historia conmigo?
    
    —Sí, quiero vivirla, y recordarlo eternamente.
    
    —Entonces, amémonos esta noche hasta condenarnos.
    
    Asumió que el acuerdo era total. Comenzó a besarme con sed de besos, mientras yo sin dejar de besarla le saqué el vestido por encima de sus brazos, dejando al descubierto su pecho sin sujetador, dejando solo una tanguita de protección entre ambos. Había hambre contenida en los dos, e iniciamos un festín de caricias y besos. Nuestros labios estaban encantados de conocerse. La besé por el pecho, por el cuello, se subió sobre mí, le caía el pelo por su cara, estaba liberada, iba dejando atrás todos los prejuicios.
    
    Toda la fuerza de amor se me iba por la boca, a besos. No he besado nunca con tanta dulzura ni con tanta intensidad ni durante tanto tiempo. Avanzábamos como lo harían dos novios en su primera noche nupcial. Preparé una música que nos recordara ese momento.
    
    Subí mis manos, gemía de placer al acariciarle sus pechos. Entonces se quitó su braguita y quedo desnuda del todo, invitándome a seguir. Hicimos el amor a cámara lenta, sin apenas movernos, tratando de alargar el último momento de compartir nuestros abrazos mientras fuéramos capaces. Al oír sus gritos de placer cuando vino su primer orgasmo, dejé que se recuperara.
    
    —Esto ha sido una gran muerte. Me río de “la petit mort” francesa.
    
    La volteé hacia la derecha sin sacar mi polla de ella, y le susurré al oído.
    
    —Has estado genial compañera. Deseaba hacerte el amor, ahora ¿hasta dónde quieres llegar?
    
    —Hasta el infinito y más allá —respondió en un susurro ella.—. Que no se acabe la noche…
    
    Le pasé las manos por debajo de su cintura y atrayéndola sobre mí, comencé a montarla, la empujé una y otra vez, sintiendo bajo mí un muñeco sin voluntad ni musculación, hasta que se dejó ir, en un orgasmo eléctrico, apretándose contra mí antes de que yo me rindiera al placer de eyacular en la vagina por la que salí un día.
    
    —Déjame a mí ahora.
    
    Empezó a cabalgarme despacio primero y desmelenada después. Tuvo un nuevo orgasmo. No quise acelerar, quería hacerla feliz. Quedamos tendidos al lado. Me abrazó, me besaba, me apretaba.
    
    —Eres increíble Carlitos, eres una máquina sexual, y como puede que ...