1. Mi madre probó una polla joven, y después, la mía


    Fecha: 20/11/2019, Categorías: Incesto Autor: Juan, Fuente: TodoRelatos

    Mi madre, a sus cincuenta y cuatro años seguía siendo una mujer espléndida. Alta para su edad, uno setenta y que, gracias a su genética y a sus horas de ejercicio, le permitían estar en una forma espléndida, la más atractiva de su grupo de amigas. Separada de mi padre hacía diez años, y casada de segundas con un médico del Hospital Gregorio Marañón de Madrid, cincuenta y ocho años de buen aspecto físico, con el que se había pasado un verano enfadados, sin llegar a separarse, sospechando de su relación con una doctora más joven.
    
    Gerardo, mi padrastro, estaba en Lisboa en un congreso de cardiología, y esa noche, aprovechando que estábamos solos, charlamos un ratito, antes de que se marchara a cenar.
    
    —Salgo con Marta esta noche —le dije sabiendo que se alegraría.
    
    —Me alegro de que mantengáis buena relación. Dale un abrazo de mi parte. Yo he quedado con mis amigas, para ponernos al día de este verano. —Me quedaré a dormir en casa de Elena.
    
    —¿Y cómo estás con Gerardo? —le pregunté por su situación de este verano.
    
    —Tratando de retomar la normalidad, el tiempo cura casi todo.
    
    Marta me había llamado a las dos semanas de haber vuelto a Madrid después del verano, con la idea de contarnos que tal lo habíamos pasado. Nos llamábamos de vez en cuando, habíamos terminado un noviazgo de dos años, peor no habíamos dejado de ser amigos. Pasamos una cena divertida, cariñosa, y me sorprendió verla con el precioso color bronceado del sol. No podía negar que era una mujer muy atractiva, se cuidaba bastante y exhibía seguridad. Su profesión de azafata de vuelo, le daba la oportunidad de conocer a muchas personas, muchos países, vivir experiencias.
    
    Después de la cena tan agradable que mantuvimos, y de la noche tan preciosa que nos regalaba Madrid, no queríamos que se terminara.
    
    —¿Me llevas a bailar esta noche? Un regalo de reencuentro —me dijo mimosa.
    
    —Cuando lo pides así, sabes de sobra que no te puedo negar nada.
    
    Fuimos a un sitio que ella conocía, muy cerca de la Puerta de Alcalá donde cenamos. Animadísimo, con gente de todas las edades, aunque la media era de veinticinco a cuarenta. Marta aún no había cumplido los veinticinco, y yo tenía uno más. Estábamos tomando un gin tonic en la barra riéndonos, cuando de repente Marta se sorprendió.
    
    —¿No es aquella tu madre?
    
    —Si. Salía con unas amigas. Sigue medio enfadada con Gerardo.
    
    Me quedé asombrado al mirar la pista. Encarna estaba bailando con un chico rubio joven. Muy guapo, pero no creía que fuera mayor que yo. No sabía si ir a saludarla o hacerme el loco. Se la veía feliz.
    
    —¿Quieres que nos vayamos? —sugirió.
    
    No. Todos tenemos derecho a salir o estar con quien queramos.
    
    Cuando dejaron de bailar, al retirarse se cruzaron nuestras miradas. Ella dudó durante unos segundos hasta que se sobrepuso y decidió venir a saludarnos.
    
    —¡Qué sorpresa Marta, veros aquí! —se dirigió a ella con una sonrisa forzada.
    
    —Y para mí también, mamá —respondí, sintiéndome interpelado.
    
    —Os ...
«1234...11»