1. Aurora – Capítulo IV


    Fecha: 13/11/2019, Categorías: Incesto Autor: privado, Fuente: SexoSinTabues30

    ... sería sorpresa, así que me quedé con las ganas de saber.
    
    La sorpresa fue mi regalo de navidad.
    
    El día 24 de diciembre recibimos regalos en la noche. Nada sofisticado porque en esos tiempos se estilaban los regalos muy simples, pero el 25 Rodrigo le dijo a mi mamá que me iba a llevar a un paseo a la costa por 4 días. El 25 era jueves así que no volveríamos hasta el domingo 28. Mi hermano no explicó nada más y mi mamá tampoco preguntó. Solo me preparó ropa en una mochila y me dijo que me portara bien y que no desobedeciera a Rigo.
    
    Él cargó la camioneta con algunas mochilas y unas cajas y partimos esa misma mañana hacia algún lugar desconocido. En el camino quise darle un mamón, pero no quiso, me dijo que mejor esperara. En el camino pasamos por la ciudad donde nos había llevado al cine una vez. Recorrimos algunas calles y de pronto estacionó en una esquina de un lugar no muy concurrido. Un par de minutos después se abrió la puerta de la camioneta y sin que yo supiera de dónde, apareció Manu, a quien no veía desde que me invitó al baño en mi casa. Ágilmente se encaramó, me subió en sus piernas y tiró una mochila hacia el asiento de atrás.
    
    —¿Cómo estamos, compadre? —saludó mi hermano.
    
    —Listos para la aventura, compadre —¿Y usted?
    
    —Estamos listos también. Vamos.
    
    Manu me puso la mano en la entrepierna y apretándola bien suavemente me dijo al oído:
    
    —¿Y tú estás lista, bebé?
    
    Yo no supe qué decir, pero me gustó que me hablara en la orejita y que me diera besitos en el cuello.
    
    Desde allí partimos hacia la costa. Por primera vez iba a conocer el mar.
    
    Llegamos a un pueblo de la costa a la hora de almuerzo y ambos me invitaron a un restaurant. Me dijeron que todos esos días eran mi regalo de navidad por lo tanto me tratarían como una reina. Yo me sentía la persona más importante del mundo. Siempre uno de los dos me llevaba de la mano y me preguntaban lo que quería, elegían el restaurant pidiendo mi opinión en todo. ¡Llevaba allí no más de una hora y ya me sentía la niña-mujer más privilegiada del planeta!
    
    Manu se veía guapísimo, con el sol reflejando sus rayos en su pelo brillante y castaño y su bigote y una barbita de un par de días. Mi hermano, con su estampa de macho, de caminar seguro, guapo, masculino. Los dos eran un par de hombres para darse vuelta a mirarlos. Y andaban conmigo. Solo conmigo. Eran míos. Los dos.
    
    Almorzamos en un restaurant frente al mar y ellos me sugirieron qué pedir. Nada pesado me dijeron porque tiene que tener una digestión livianita. Así que comí pescado a la plancha. Después del postre, ellos todavía tomaron un bajativo mientras conversaban. No había apuro. Al salir del restaurant entramos a un supermercado donde ellos compraron varias cosas, bebidas, cervezas, comida, etc. Luego Manu se separó un ratito de nosotros para hacer una llamada. Estuvo en eso unos cuantos minutos y después se acercó y le dijo a mi hermano:
    
    —Ya, compadre, estamos listos con la cabaña.
    
    —Ok, tú me guías ...
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