1. Aurora – Capítulo IV


    Fecha: 13/11/2019, Categorías: Incesto Autor: privado, Fuente: SexoSinTabues30

    ... televisor, en mi casa no había realmente un “living” como se le conoce ahora, sino que uno entraba a una pieza amplia que era nuestro comedor, con varias sillas de más para cuando había visitas, pero cuando llegó la tele hubo que hacerle un espacio. Mi hermano Rodrigo sugirió que había que ampliar la casa y eso hicieron. La pieza principal se convirtió en un living con televisor y el comedor fue a dar a una pieza extra que construyeron conectada a la cocina. Así, la casa se modernizó. Rodrigo compró un sofá con dos sillones y de pronto toda la familia se juntaba a ver tele, especialmente en las noches.
    
    Cuando estaba Rodrigo, él ocupaba uno de los sillones individuales y me sentaba a mí en sus piernas. En días fríos prendíamos un brasero y nos tapábamos con un chal. A veces notaba que mi hermano Roberto nos miraba con una mirada curiosa, pero nunca dijo nada.
    
    A Rodrigo el entusiasmo le duró poco y un mes después ya casi no iba a ver tele en las noches. Para mí, que Rigo no estuviera conmigo también me provocó desinterés, pero mi familia siguió con su rutina de ver tele juntos.
    
    En los meses que siguieron las cosas sucedieron con normalidad en la casa. Cuando mi papá se juntaba a tomar con sus amigos, se juntaban en un sector al costado de la casa. Era un sector del patio que tenía un techo de paja y una mesa y sillas en la parte de atrás de la casa. En verano a veces almorzábamos ahí. Por ahí por el mes de mayo un día estaban tomando y yo fui al baño y justo cuando venía saliendo venía mi papi a usar la casita que quedaba al otro de la acequia colindante con el terreno.
    
    —Aurorita, ¿cómo está m’ija?
    
    —Bien, papi —respondí yo.
    
    —Espéreme, mi niña, no se vaya —me dijo y entró a orinar a la casita sin cerrar la puerta. Cuando mi papi notó que yo me había quedado esperando en el vano de la puerta, me miró, luego se miró el pene, luego me miró de nuevo y luego miró al frente sonriendo. Podía ver el fuerte chorro de orina y su pene blanco y gordo, casi sin descapullar. Cuando terminó no se lo guardó inmediatamente sino que lo sacudió repetidas veces y en seguida se bajó el pantalón y los calzoncillos para arreglar su ropa. Muy lentamente lo guardó, con dificultad porque la herramienta ya había alcanzado un desarrollo intimidante. Mi vista no se podía despegar de él.
    
    —¿Qué sabor tendría el pene de mi papá? —se me ocurrió, pero el encantamiento se terminó cuando mi padre se subió la cremallera al tiempo que me decía:
    
    —Aurorita, ¿quiere venir para presentarla con mis amigos?
    
    —Es que a mi mamá no le gusta que vaya para allá —le contesté yo, sonrosada, levantando la vista.
    
    —No se preocupe por su mamá, mi niña, vamos. Será un ratito no más.
    
    Fui de la mano de mi papá y había alrededor de siete u ocho hombres. Rodrigo también estaba. Mi papá me tomó por la cintura y me intentó dar un beso, pero yo, poco acostumbrada a sus cariños, lo esquivé. Los hombres se rieron e hicieron bromas por eso. Algunos de ellos eran viejos, pero otros ...
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