1. El anuncio


    Fecha: 31/10/2019, Categorías: Incesto Autor: Schuko, Fuente: TodoRelatos

    ... alguno de los jóvenes clientes.
    
    De modo que, al final de tan intensa jornada, sin haber podido echar un mísero polvo con ella por el lío de clientela que tuvimos, la acompañé a casa con el coche.
    
    Por el camino, la cerdita me sobó un poco la polla y se ofreció, generosamente a hacerme una mamada mientras conducía. Era de noche y no se veía un alma por las calles. Decliné la altruista oferta, por cuestiones de seguridad, más que nada.
    
    El caso es que, mientras le daba el besito de despedida, la pobre que parece que tenía más ganas que yo, va y me dice:
    
    —Oye, por qué no subes. Podemos echar un casquete rápido.
    
    —¿Y el viejo? —como creo que ya he dicho, la relación con mi padre era casi inexistente.
    
    —Estará sobando. No dormimos juntos, lo eché de la habitación cuando empecé a trabajar en el club. La relación era pura inercia. Siempre está vagueando y quejándose, pero no ha hecho gran cosa por cambiar su suerte. Ahora está instalado en tu antiguo cuarto.
    
    —Pero, ¿y si nos oye? —no es que su opinión me importase demasiado, pero siempre he preferido guardar las formas... (A no ser que tenga la polla a punto de estallar, claro, como aquel viernes de marras)
    
    —¡Anda ya! Si es una puta marmota. No se entera de nada, duerme como un tronco y ronca como un gorrino. Además, con lo que bebe, se queda lobotomizado. Seguro que está durmiendo la mona —la muy cabrona ya se encargaba siempre de tener la nevera bien llena de cerveza y el mueble bar abastecido de licores, prefería tenerlo amodorrado por el alcohol que dando la brasa con sus lloriqueos.
    
    —Bueno, como quieras. Un polvo y me largo, menuda putilla estás hecha.
    
    7.
    
    Por mucho que lo intentamos fue inevitable hacer algo de ruido. Sobre todo la puta de mi madre a la que le encanta berrear como la cerda que es. Dio un auténtico recital cuando me coloqué sus piernas sobre los hombros y la ensarté a lo bruto. Además, como no hay nada que le estimule más que una buena tanda de insultos y escupitajos, terminé por entrar en su juego de griterío sin preocuparme demasiado por el cornudo de la habitación de al lado. Me había creído su versión de que no se despertaba ni con un bombardeo.
    
    Me lo estaba pasando bomba. A fin de cuentas, era la primera vez que profanaba el lecho conyugal de mis padres y la cosa me ponía bastante cachondo. Aquella habitación anticuada y hortera, con una colcha de colorines, cortinas rosa con flecos, un cuadro horrendo de un arlequín en Venecia y la foto familiar de estudio de los viejos que se hicieron en las bodas de plata en la que aparecían ambos sonrientes y felices, la jamona con las tetas rebosando por el escote y el pobre infeliz desconocedor de la avalancha de cuernos que le iba a caer encima…
    
    De modo que decidí echar un segundo asalto en lugar de darme el piro, tal y como sería aconsejable. Por lo tanto, tras regar el chocho de la golfa, descansé unos minutos, recobrando ambos el resuello.
    
    Me estaba meando, pero antes de ir al lavabo, le ordene a ...
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