1. El anuncio


    Fecha: 31/10/2019, Categorías: Incesto Autor: Schuko, Fuente: TodoRelatos

    ... cuanto al tema virginal, bueno, ahí cabría decir que sí, que algo de cierto sí que había. Ya que enseguida me di cuenta, al presionar con el dedo en el ojete, que aquel orificio hasta el momento había sido solo de salida. Lo cual me animó bastante, me puso los dientes largos y la polla más dura aún. Ya tenía un objetivo de futuro.
    
    Me detuve y, en una pausa del morreo, le dije:
    
    —Venga, mamá, vamos a sentarnos y me cuentas como coño has acabado aquí.
    
    4.
    
    La historia tenía su miga. Como ya he comentado, no iba mucho por casa, de modo que la mayor parte de la información que me aportó mi madre era nueva para mí. El nombre real de mi madre no era Luci, como puede deducirse, sino Merche, tenía 54 años en aquella época (esto si era cierto) y había sido toda su vida ama de casa. No tenía más oficio que el de las tareas del hogar. Por suerte, mi padre, Severo, de 58 años, tenía un buen empleo en un almacén de material de construcción. De hecho, se ganaba bien la vida y por eso mi madre pudo dedicarse a ser ama de casa a tiempo completo. Pero la cosa se había complicado en los últimos tiempos. Una multinacional había comprado la empresa y como medida inicial hizo un ajuste de plantilla. Un clásico: despidió a los mayores de la plantilla. Entre ellos, mi padre. Fue un despido bastante chungo, porque la indemnización se limitó al mínimo legal, más los dos años de paro. En aquella época mi padre tenía 52 años, pero todavía era optimista y pensaba que encontraría algún empleo. Mientras tanto, podían ir tirando del dinero ahorrado y de lo del paro. Pero las cosas no fueron bien, tras el paro, hubo que tirar de los ahorros y ahora, el único sustento de la familia era la ayuda familiar que les daba justo para comer. No me habían pedido dinero a mí porque conocían lo de mi separación y las pensiones que tenía que pasar, por lo que suponían que tampoco estaba como para repartir billetes.
    
    Del mismo modo que fueron bajando los ingresos familiares, fue decayendo la relación entre ambos, que había sido modélica hasta aquella época. Las discusiones menudearon y, mi madre, acostumbrada a un tren de vida tirando a cómodo, no se resignaba a tener que vivir casi de la caridad y andar rebuscando en el mercadillo para poder comprarse unas míseras bragas. Entre los problemas del matrimonio, no era el menor la inexistente vida sexual de la pareja. No es que antes fuese algo extraordinario, pero cada sábado caía un polvete. Un polvete torpe y mediocre, pero que mantenía encendida la llama del amor, por decirlo cursimente. A mi madre le bastaba y mi padre no daba para más. Pero, desde el despido, al pobre hombre le vino una especie de depresión o tristeza generalizada que se manifestó, entre otras cosas, en una impotencia sexual que convertía sus erecciones en una reliquia del pasado. Todo lo más era una tranca medio blandurria y morcillona incapaz de mantener la rigidez mínima para una penetración. Mi madre, no es que fuese una fanática del sexo, pero intentó ...
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