1. Mi odiosa madrastra (3)


    Fecha: 13/09/2024, Categorías: Incesto Autor: Gabriel B, Fuente: TodoRelatos

    ... situación.
    
    Sin levantarse, giró sobre sí misma, para colocarse boca abajo, y mirarme de frente. Al hacerlo, su carnoso orto se frotó, sin pudor, con mi pelvis.
    
    —¿Te lastimaste? —preguntó. Acarició mi mejilla con sus manos, con una ternura que simulaba ser maternal, pero que sin embargo estaba lejos de serlo, pues sería difícil tomar su gesto en ese sentido, cuando sus enormes tetas colgaban, suspendidas en el aire, para frotarse en mi pecho, mientras hacían un movimiento de hamaca. Se sentían suaves. Por primera vez dudé de si realmente eran operadas.
    
    —Sí. No pasa nada. Ya te podés levantar —dije, lacónico.
    
    Nadia se puso de pie. Esta vez sí, y sin siquiera proponérmelo, vi la bombacha blanca con pintitas rosas que llevaba debajo de ese uniforme, pues cuando estaba erguida, yo seguía en el suelo. Pero enseguida desvié la mirada. Se dio media vuelta y extendió la mano para ayudarme a levantarme. La tomé, solo para que no hiciera ningún comentario si me negaba a hacerlo. Cuando me puse de pie, comprobé que me dolían los glúteos, pues fueron ellos los que recibieron todo el peso de Nadia, a la vez que el de mi propio cuerpo. Traté de disimularlo, cosa que no fue fácil, pues el dolor era bastante intenso.
    
    —Bueno, ahora es cuestión de limpiar el polvo que cayó en el piso, y después sigo con lo demás. Ya te podés ir a sentar —comentó Nadia.
    
    Fui a apoyar mi dolorido trasero en el confortable sofá, mientras ella seguía con los quehaceres. Se notaba que estaba en forma, pues la brusca caída no le había movido un pelo. Lo que tenía de torpe lo compensaba con un excelente estado físico. No volvió a llamarme para que la ayudara, pero dudaba que fuera porque no lo necesitaba, sino porque se sentía avergonzada por lo que había sucedido. Aunque, por otra parte, me parecía raro que a alguien como ella le quedara algo de pudor.
    
    No obstante, la veía continuamente ir y venir con ese uniforme que le quedaba ridículamente chico. No se me quitaba de la cabeza que, si pasaba a cada rato frente al televisor meneando el culo, era para provocarme de alguna manera. Su actitud era patética, pero he de reconocer que no pude evitar mirar, cada tanto, cómo me daba la espalda. En un momento se puso delante del televisor, para pasar un trapo sobre los objetos que se encontraban en el mueble de este, ya que parecía haberse olvidado de hacerlo antes. Se inclinó. Quebró la cintura, casi como si estuviera ofreciéndome su monumental culo. Noté que la bombacha se marcaba en la tela del uniforme, pues al estar tan ajustado a ese enorme trasero, los bordes de la prenda íntima quedaban en relieve.
    
    Después de ese último intento por llamar mi atención, desapareció unos minutos y reapareció con unos guantes amarillos y un balde lleno de productos de limpieza, para luego meterse en el baño principal.
    
    Pensé que toda esa pantomima había llegado a su final. Durante un buen rato desapareció de mi vista, y apenas noté su presencia, debido a los ruidos que me llegaban del ...
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