1. Mi odiosa madrastra (3)


    Fecha: 13/09/2024, Categorías: Incesto Autor: Gabriel B, Fuente: TodoRelatos

    ... por vos. La verdad es que te compadecemos.
    
    —Váyanse a la mierda —les dije, y finalicé la videoconferencia.
    
    Me puse las zapatillas, y salí de mi habitación. Me di un terrible susto cuando vi que Nadia aún estaba ahí. Lo primero que pensé fue que había estado escuchando detrás de la puerta. Pero no le dije nada al respecto.
    
    —Vamos. Seguro que te va a gustar —dijo ella.
    
    Mientras caminábamos por el pasillo que daba a la sala de estar, noté que Nadia cambiaba el ritmo de sus pasos. Primero parecían ir veloces, para luego lentificarse de manera extraña. la segunda vez que lo hizo, me tomó desprevenido, haciendo que chocara con ella.
    
    Me detuve justo a tiempo, pero mi pierna izquierda rozó su nalga. Me quedé viendo ese culo por el que mis amigos perdían la cabeza. No eran pocos los que no dudarían en hacer una locura para poder palparlo tal como yo lo había hecho esa tarde. Ahora que la tenía de cerca veía cómo la costura del pantalón parecía estar violándola, pues se encontraba muy en lo profundo.
    
    Ya atravesando el living se sentía el delicioso aroma de la salsa. Me senté en la mesa. Nadia puso música clásica. Por lo visto sabía que me gustaba mucho Bach. Había imaginado que la velada sería incómoda, pues asumí que ella querría hablar de alguna cosa, ya sea para sacarme información o para congraciarse conmigo. Pero apenas pronunció palabra. De hecho, en más de una oportunidad fui yo mismo el que estuvo a punto de romper el silencio, pues a veces tanto silencio es incómodo.
    
    Había abierto una botella de vino tinto. No sabía mucho de vinos, pero estaba seguro de que esa era una de las botellas favoritas de papá, que guardaba para ocasiones especiales. La comida estaba muy rica. La carne era de excelente calidad, el puré con la dosis justa de leche y manteca, y la salsa bien condimentada, con abundante cebolla, tal como me gustaba a mí.
    
    —No necesito preguntarte si te gusta, porque ya lo noto en tu cara —comentó Nadia.
    
    —Está muy bueno —reconocí, pues me di cuenta de que, si alababa su comida, era posible que estuviera dispuesta a hacerlo de seguido. Además, también se me ocurrió proponerle que yo me dedicara a limpiar la casa, mientras que ella se encargara de la comida. Para mí sería un buen trato, pues la limpieza se me hacía mucho menos pesada. Pero aún no le diría nada, pues ella se había comprometido a limpiar la próxima vez.
    
    —Que lo digas vos es muy importante para mí —dijo.
    
    —¿Y quién más te lo iba a decir? Si acá estamos solos —dije.
    
    Ella soltó una carcajada boba.
    
    —Me encantan los hombres que son graciosos sin proponérselo —comentó.
    
    Tuve la cortesía de encargarme de lavar los platos. Después me metí en mi habitación. Ese día quizá fue la primera vez en la que me di cuenta de que, a pesar de la animadversión que sentía por Nadia, eso no quitaba que podíamos tener una buena convivencia. Quizás ella estaba más consciente que yo del tiempo que pasaríamos encerrados juntos, y por eso se esforzaba por conseguirlo. A ...
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