1. Mi odiosa madrastra (3)


    Fecha: 13/09/2024, Categorías: Incesto Autor: Gabriel B, Fuente: TodoRelatos

    ... entrada.
    
    La zorra me iba a joder. Debía habérmelo visto venir. En la heladera había algunas cosas como para preparar unos sándwiches al mediodía, pero para la noche no quedaba nada. Y no podía contar con un delivery debido a las malditas restricciones. Si Nadia no me cocinaba, me vería obligado a hacerlo yo mismo. No es que fuera una tragedia, pero si podía desembarazarme del asunto, sólo dándole una mano …
    
    —Está bien, te voy a ayudar por esta vez, pero sólo llamame cuando haya algo que no puedas hacer sola —le advertí.
    
    —Entonces vení ahora —dijo ella.
    
    —No te pases.
    
    —Es en serio. Te necesito ahora.
    
    Con pocas ganas, me puse de pie y fui a donde se encontraba ella. Nadia estaba parada sobre una silla, con un plumero en la mano. Bajaba unos libros de la biblioteca, y le pasaba el plumero encima.
    
    —Tomá, sostenelos un rato —me dijo.
    
    Fue sacando, uno a uno, los libros del estante más alto. Una vez que se encontró vacío, pasó el plumero sobre él. Al hacerlo, su cintura se dobló levemente, y sacó culo. Si alguno de los chicos estuviera en mi lugar, no dudarían en husmear entre sus piernas y averiguar qué ropa interior llevaba puesta, cosa que no costaría mucho trabajo hacer. Sólo bastaría con agacharse un poquito y listo.
    
    Cuando terminó con ese estante, me pidió que le pase los libros de nuevo, los ordenó, y siguió con el siguiente.
    
    —Ya veo por qué te resultó tan fácil limpiar el otro día —comentó Nadia, mientras seguía limpiando.
    
    Cuando tocó limpiar el estante más bajo, la silla ya estaba sobrando. Pero la tonta de Nadia no se percató de eso inmediatamente. Tuvo que inclinarse mucho para agarrar los libros. Al hacerlo, casi me saca un ojo con su duro trasero.
    
    —Es mejor que te bajes ¿no? —le sugerí.
    
    Ella soltó una risotada. La verdad que con la apariencia que tenía nadie sospecharía que podía ser tan torpe, y que además era dueña de esa risa tan irritante. Y no lo digo por su físico, sino porque solía tener un semblante serio, que inspiraba cierto respeto en quien no la conocía. Pero yo que la tenía de cerca sabía que era medio idiota.
    
    Como para confirmar mis prejuicios, cuando quiso bajar de la silla, se resbaló. No se cayó desde esa altura de pura casualidad. En el último momento pudo mantener el equilibrio, al menos en parte. Pero se vio obligada a bajar de un salto. Cuando lo hizo, chocó su espalda contra mi cuerpo. Era increíble la fuerza que tenía la hija de puta, aunque también debo reconocer que yo nunca fui de estar en forma. Me pareció que se me vino encima una bolsa de cemento. Retrocedí unos pasos, intentando sostenerla. Pero ella llevaba consigo la fuerza del brusco movimiento que hizo al bajar de la silla. Yo me tropecé con mis propios pies, y fuimos a caer al piso. Nuestros cuerpos se desparramaron ridículamente, y quedamos pegados. Ella encima de mí.
    
    —Ay, ¿Estás bien? —preguntó Nadia, conteniendo su risa por esta vez, quizás porque sospechaba que a mí no me hacía ninguna gracia la ...
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