1. Mi odiosa madrastra (3)


    Fecha: 13/09/2024, Categorías: Incesto Autor: Gabriel B, Fuente: TodoRelatos

    ... sin embargo salían de su departamento como si nada. Me indignó la irresponsabilidad de esa gente. ¿Tanto costaba cumplir con el aislamiento? Pero, por otra parte, la actitud vigilante de aquella persona que colgó el cartel, me produjo un miedo que no entendí de dónde provenía, pues yo mismo era extremadamente responsable, y era imposible ser blanco de una acusación como esa.
    
    Sobre Avenida de Mayo había un camión de gendarmería. Los uniformados detenían autos y colectivos para verificar que quienes viajaban realmente trabajaban en actividades esenciales. Me había tocado vivir en una de las zonas en donde mayor control se ejercía. Por lo que me habían contado Joaco y los demás, en sus barrios, que estaban bastante alejados de las zonas céntricas, la cosa parecía más relajada, y los vecinos creían que podían hacer lo que quieran. Pero en mi barrio, al menos durante esa primera etapa, la cosa fue muy rígida. Hay que aplanar la curva, se decía una y otra vez en la televisión.
    
    En el supermercado me tomaron la temperatura y me dejaron pasar. Cuando salí con la bolsa, caminé lo más lentamente posible. Apenas iba tres días de encierro, y ya resultaba muy pesado. Había comenzado el otoño, pero el clima veraniego aún persistía.
    
    Cuando volví, Nadia estaba buscando algo para ver en el televisor.
    
    —¿Vemos algo en Netflix? —preguntó.
    
    La idea de ver una película con ella se me antojaba muy extraña.
    
    —No, tengo que hacer unas cosas en la computadora —mentí.
    
    Me quedé un par de horas en mi cuarto. Le conté a Joaco lo que había pasado con Nadia. Enseguida me escribió Edu pidiendo una nueva videoconferencia. Le dije que no molestaran. Toni me mandó un mensaje jocoso: “dios le da barba al que no tiene quijada”, decía.
    
    De repente sentí que la erección mañanera que había tenido, y que me había negado a descargar, reaparecía con más fuerza que nunca. Mi verga se había puesto tiesa como una piedra. Si no me masturbaba enseguida, sería muy difícil bajarla, y podría ser muy incómodo tener otra erección frente a Nadia. Además, el bulto que se me había formado cuando la apliqué el bronceador en su cuerpo, no era nada en comparación al que tenía ahora. Me miré en el espejo, de perfil. Me había contagiado un poco de la estupidez de mis amigos, pues me pareció muy gracioso ver a mi miembro viril parado a cuarenta y cinco grados. Me lo acomodé, pero aun así era muy notorio.
    
    Me recosté en la cama. Desabroché el pantalón, y me bajé el cierre. Corrí el prepucio. El glande apareció con el infaltable líquido viscoso transparente. Mojé mi mano derecha con mi propia saliva, y froté en esa zona con las yemas de los dedos, con mucha suavidad. Un placer electrizante atravesó mi cuerpo, pero, sobre todo, y de manera mucho más intensa, en mis genitales. La saliva mezclada con el presemen había formado una sustancia de una textura pegajosa y resbaladiza a la vez ¿Hacía cuánto que no me masturbaba? No lo recordaba, como así tampoco recordaba cuánto tiempo había pasado ...