Todo cuenta - Relatos Eróticos

Todo cuenta

... masturbó para exprimir las últimas gotas de deleite. Su leche no tardó en surgir, un géiser que llegó a gran altura, antes de salpicar sobre nosotros dos. Una gota cayó muy cerca de mi ojo y estuvo a punto de acertarme de lleno. Con esa descarga final, su pene se relajó definitivamente, al igual que el mío, y yacimos allí un rato mientras recuperábamos el aliento. La habitación estaba llena de nuestros jadeos y de la música que todavía resonaba en un tema de rock potente que no conocía. Fue entonces cuando, en ese oasis de calma, de vacío mental y relajación, mi mente y mi rostro se iluminaron con una idea brillante.

-Ya sé cómo terminar el trabajo-dije, con un destello de realización.

David levantó la cabeza, intrigado.

-¿En serio?

-¡Sí! Mira, ven...

Me levanté de la cama y me dirigí al ordenador. Él me siguió y le expliqué la idea que nos permitiría desatascar nuestro progreso y completar el trabajo. Estaba de acuerdo conmigo, era una solución perfecta. Trabajamos arduamente durante el resto de la tarde, sin preocuparnos por nuestra desnudez, tan embebidos como estábamos por la tarea. Si alguien hubiera entrado a mi cuarto sin llamar en ese momento se habría sorprendido de ese detalle. Aunque, bueno, hubo momentos de sobra antes y nadie nos interrumpió.

Aunque no terminamos el trabajo ese mismo día, fue en el que más avanzamos. Nuestro esfuerzo se vio recompensado con un notable alto para cada uno, lo que agregó un nuevo nivel de satisfacción al hecho de haberme abierto a mi crush.