Todo cuenta - Relatos Eróticos

Todo cuenta

-Haréis el trabajo por parejas, que yo misma asignaré-sentenció la profesora.

Yo asentí maquinalmente con la cabeza, sin esperar que nadie lo viera. Estaba totalmente preparado para ese trabajo de contabilidad. Tenía varias ideas en mente sobre cómo enfocarlo. Aunque tendría que comentarlo con el compañero que me tocase, para alcanzar un acuerdo y sacar una buena nota. Me pregunté quién me depararía el destino, o más bien la profesora. Entre casi treinta alumnos, las posibilidades eran variadas. Había un poco de todo en mi clase, algunos más competentes que otros o más expertos en la asignatura. Siempre y cuando no me tocara alguno de los más brutos, no tendría nada que temer.

Los nombres fueron brotando de dos en dos. A medida que la lista de candidatos empequeñecía, el objetivo de ese método de selección estaba más que claro: separar a los grupos de amigos para que salieran de su zona de confort. Aquellos que esperaban quedar juntos, por ser compañeros de toda la vida, no dudaron en expresar su frustración por ver que los disgregaban sin ninguna compasión. A pesar de sus quejas, la autoridad se mostró inflexible con respecto a su dictamen, sin posibilidad de apelación o enmienda. Era una decisión cruel, había que reconocerlo, pero vendría bien para que trabajasen con mayor ahínco. A partir de esa suposición, pude descartar a un par de compañeros con los que mejores migas hacía. Poco después, escuché mi nombre

-Sergio Carvajal con David de la Viuda.

Me puse lívido al instante y deseé que la tierra me tragara vivo. David de la Viuda… ¿Cómo iba a trabajar con él? Me distraería por completo, no me concentraría, me… Me iba a morir de la vergüenza. Nadie lo sabía, pero David era mi “crush”. Estaba colado por él, pero no tenía el valor para contárselo a nadie. Miré disimuladamente por encima del hombro. Ahí estaba él, tan guapo, tan… Tan… Era imposible que me fuera a querer.

David formaba parte del grupo de los chicos más populares, los típicos que eran el terror de las nenas y la envidia de inadaptados sociales como yo. Bueno, tampoco es que fuera un introvertido que se pasa la vida encerrado en casa, pues tengo mi propio grupo de amigos. Pero había una especie de barrera invisible entre nosotros, como una suerte de estamentos sociales que nos situaban a años luz de distancia. Él estaba por encima de mí, pero, como ya dije, quejarse para cambiar de compañero supondría un intento fútil. Solo me quedaba tragarme mis sentimientos y aguantar con entereza hasta que el trabajo estuviera acabado y aprobado. Sin embargo, iba a ser difícil. David era tan guapo, con sus exóticos rasgos asiáticos…

Resultaba bastante extraño cuando la gente le conocía. Su nombre y primer apellido eran totalmente españoles, algo que no concordaba con su aspecto. Eso le venía de su padre, que era de aquí, pero su madre era japonesa y de ella recibió buena parte de su herencia genética. Lo más destacado de esa parte de su familia era la forma de su rostro, sus ...