Todo cuenta - Relatos Eróticos

Todo cuenta

... ojos y su nariz. También su pelo, oscuro como la noche y peinado como un monaguillo, puro y bueno como un ángel. El resto de sus características eran, o bien occidentales, o bien una mezcla de ambas herencias. Con ello tenía un aspecto seductor y una mirada arrebatadora que lo hacía sumamente deseable. Y yo no podía resistirme a él, pero, por mucho que me doliera, no tenía ninguna oportunidad. Yo era mucho más normalito, un chico del montón. Y aun en el supuesto de que David fuera homosexual, gustarle se me antojaba una posibilidad remota. No tengo cualidades físicas destacables que me permitieran atraer a un chico tan maravilloso como él.

Despuésde clase, David se acercó a mí para quedar y empezar el trabajo. Quedamos para unos días después, en mi casa. Al principio me mostré reticente, pero él insistió. Al parecer, en su casa estaban haciendo reformas y el ruido de los obreros sería un impedimento. Para evitarme el engorro, o más bien el apuro, de estar a solas con él, sugerí en cambio que quedáramos en la biblioteca. Aunque no hizo preguntas sobre mis recelos, la idea le satisfizo. Suspiré de alivio; le adoraba, sí, pero no tenía el valor de dar el paso. Estar en un lugar público, a la vista de todo el mundo, me ayudaría a tragarme la vergüenza y a no dar un paso en falso del que arrepentirme por muchos años. Prefería mirarlo a la cara y reconcomerme con mi desgraciado amor imposible que no volver a verlo jamás.

El día convenido, por la tarde, marché a la biblioteca para comenzar el trabajo, en compañía de mi portátil. Me encontré con él allí y entramos a la atmósfera de absoluto silencio que requería el área de estudio. Sin embargo, el comienzo del trabajo fue accidentado, en el mejor de los casos. No nos poníamos de acuerdo en la manera de enfocarlo. Teníamos visiones completamente opuestas al respecto y buena parte del tiempo discutimos el asunto sin llegar a un punto intermedio entre ambas visiones. No fue un debate acalorado, por el lugar en que nos encontrábamos, pero sí nos llevamos algunos chistidos por ello. La primera jornada y apenas despegamos, un mal comienzo que no auguraba nada bueno, a pesar de que la fecha de entrega se veía lejana. Estuvimos un par de horas, apenas rascando la superficie. Cuando abandonamos la biblioteca, David me detuvo.

-Siento haberme portado como lo hice-dijo-. Me he puesto nervioso. No estoy acostumbrado a estudiar entre tanto silencio. Prefiero tener música para concentrarme.

Le perdoné, pues parecía sincero. Sin embargo, si la cosa iba a ser igual en el futuro, podíamos descartar la biblioteca como lugar de trabajo viable. A regañadientes permití que quedáramos en mi casa, arrepintiéndome de mi candidez tan pronto como partimos caminos. Los dos a solas, con el secreto que tanto me picaba y me incomodaba… Iba a ser un desastre, lo sabía. Era una intuición funesta que se cumpliría con toda certeza.

Al día siguiente, por la misma hora, David hizo acto de presencia a la puerta de mi casa, ...