De regreso a casa - Relatos Eróticos

De regreso a casa

... incluyendo a Candy, las besó a todas, a Candy le agradeció lo chino y ya le dio el beso que le correspondía, también a la otra maquillista que le ayudaba a Candy.

La noche terminaba. Devolví el kimono, nos despedíamos y vino Charly a agradecerme lo había ayudado, o mejor dicho salvado. Nos despedimos sin omitir su manoseada, yo solamente llevaba una bata prestada, el vestido ya lo había devuelto, así que encontró suficiente espacio para que sus manos pudieran moverse sobre mi piel. No sé por qué me excitó tremendamente. No cogimos en ese lugar, además de que Horacio estaba presente, pero no lo hicimos por no dar un espectáculo, yo ya no tenía freno.

“¡Vamos a casa! ¡YA, inmediatamente!” Le dije a Horacio, yo no me sentía capaz de desechar esa oportunidad de estar con ese tipo que me emocionaba. Creo que la pomada aún me provocaba efectos, me debilitaba, pero no sé de dónde encontré voluntad y nos dirigimos a casa.

Me quedaban solamente dos días con Horacio. Llegamos a casa muy agotados, nos acariciábamos y besábamos muy cariñosamente. Pasamos la noche abrazados, yo aún casi desnuda. Despertamos y nos dimos cuenta de la hora.

“¡Ay, mi amor! tendremos que separarnos, tienes que ir a trabajar. ¡Bueno, regresas al medio día, trataré de tenerte algo sabroso para que comas, me des un beso bonito y regreses a trabajar!” Le dije.

“No voy a ir a trabajar, ya arreglé que no haga falta. Me quedaré aquí para amarte y disfrutar de las pocas horas que aún permanecerás conmigo.” Me dijo Horacio.

Me besaba y, como siempre, para darme gusto, me acariciaba mis senos. Gozábamos la calma, sonó el teléfono, era Nely.

“Amiga, ¿estas ocupada?” Me preguntó.

“No, querida, estoy disfrutando mi compañía con la cama. Afuera hace mucho frío.” Le dije.

“¿No saldrás a algún lado? ¿Te quedarás ahí?”

“Sí, querida.” Y nos despedimos. Regresé con Horacio, que en ese momento estaba tomando una ducha.

“¿Quedaste en algo con tu amiga?” Me preguntó.

“No, nada, creo solo estaba checando que es lo que yo hacía, ella está trabajando.” Le dije. Pero después de un rato tocaron a la puerta. Era Nely.

“Vengo a hacerte compañía en tu soledad en tu cama. Tenía frío y pensé venirme a calentar a tu lado. ¡Ábreme la puerta, por favor, que traigo las manos ocupadas!” Me pidió.

“¡Espera, me voy a cubrir un poco!” Le dije.

“¡Ah! ¿estás en cueros?” Preguntó. “¡Qué bueno que te pesqué! Déjame entrar para disfrutar de tu hermosa piel, nalgona linda!” Me dijo y la invité a pasar. Llegó con varios paquetes de comida china, y bebidas. Las dejó sobre la mesa de la cocina. Yo me había echado una toalla encima.

“¡Te me vas, ya no te tendré! y ¿quién sabe cuándo regreses? Los echaré de menos.” Me llevaba del brazo, la dirigí a mi recámara. Horacio ya estaba en la cama, desnudo bajo las cobijas.

“¿A que no sabes quién nos visita?” Le dije, en voz baja.

“¡No sé! no me imagino que Nely, o Candy pudieran ser, son las únicas que conoces.”

“¿Cuál quisieras ...