1. Lidia y Rosa, las hijas de mi mujer, y mi ahijada


    Fecha: 28/08/2024, Categorías: Incesto Autor: Quique, Fuente: TodoRelatos

    ... personal. El día había ido bien y me pilló con ganas de fiesta.
    
    Tomando un café en mi despacho, me decía:
    
    -... Lo necesito, tío, a Renato se le acabó el paro y ya estamos viviendo de nuestros ahorros.
    
    -Te doy el trabajo, con una condición.
    
    -Acepto, sea la que sea.
    
    -¿Sea la que sea?
    
    -Sí.
    
    Me levanté, me arrodillé delante de ella, y le eché las manos a las rodillas. Cambió de opinión al momento.
    
    -Lo que sea, menos esto.
    
    Se puso en pie, pero ya era un poco tarde. La abracé por la cintura y le metí la cabeza entre las nalgas.
    
    -Déjeme ir.
    
    -Por quince minutos que me dejes jugar contigo puedes conseguir un trabajo de por vida.
    
    -No le puedo hacer esto a mi marido.
    
    -Nunca lo sabrá.
    
    -Es que además soy su sobrina.
    
    -¿Y?
    
    -Y su ahijada.
    
    -A una sobrina y a una ahijada hay que follarla bien follada.
    
    -Eso se lo acaba de inventar.
    
    -Sí, pero suena bien.
    
    Me puse en pie, la tumbé boca arriba sobre la alfombra del despacho, me senté sobre ella, cogí un cojín del sillón, se lo puse debajo de la cabeza, y luego le quité el cinturón de su vestido marrón, un vestido que tenía por delante una fila de botones que iban de arriba a abajo.
    
    -¿Quiere dejarme ir?
    
    -No, estás demasiado buena para dejarte ir.
    
    -Ojalá llegara Lidia o Rosa para que viesen la clase de persona que es.
    
    -Esas no vienen por aquí.
    
    -Pues su esposa.
    
    -Esa no sabe ni donde tengo la empresa.
    
    -Entonces estoy sola ante peligro
    
    -Me temo que sí.
    
    Abriendo los botones de su vestido, la miré a la cara. De cerca era mucho más bella. Con su cabello rubio y sus ojos verdes, mismo parecía un ángel. Quise besarla con lengua, pero no abrió la boca, le dije:
    
    -Relájate.
    
    -No puedo relajarme, tengo miedo.
    
    -¿Miedo de qué?
    
    -De lo que me pueda hacer. Es que no conozco a más hombre que a mi marido.
    
    -No te voy a hacer daño, te voy a dar placer.
    
    Le abrí el sujetador y le levanté las copas. Sus tetas eran grandes, tenían las areolas oscuras y echadas hacia fuera, era como si estuvieran hinchadas y sus pezones eran redonditos y pequeños. La miré antes de lamerlos y vi que había metido el dedo pulgar de su mano derecha en la boca. Me pareció que estaba realmente asustada y debo ser un cabrón, porque su miedo me excitó aún más de lo que ya estaba.
    
    -Tienes las tetas más sensuales que he visto en mi vida.
    
    Elsa seguía chupando el dedo. Le agarré las tetas con las dos manos y magreándolas con maestría, lamí y chupé los pezones y sus sensuales areolas. Luego de gozar de sus tetas cuanto quise, me puse en pie, la cogí por las manos, hice que se sentara en la alfombra y le quité el vestido y el sujetador. Elsa tapó las tetas con los brazos.
    
    -No te encojas.
    
    -Me estoy muriendo de vergüenza.
    
    - Ponte en pie.
    
    -No.
    
    La volví a coger por las manos y la levanté, luego me puso en cuclillas y la miré
    
    -Tienes un cuerpo maravilloso.
    
    -Se está haciendo de noche y no me gusta ir sola de noche por la calle.
    
    -Te acerco yo a casa. ...
«12...4567»