Cuidado con lo que deseas … - Relatos Eróticos

Cuidado con lo que deseas …

... me dirigí a ella sin soltarle el rabo. Caminó tras de mí como un perrillo y, al llegar a la silla, le pedí que se sentara y obedeció sin ningún comentario. Al sentarse se sacó los mocasines y de una sola vez se quitó los pantalones y el calzoncillo tirándolos sobre la mesa. Su polla apuntaba directa al techo con una erección completa y las venas de su polla estaban completamente marcadas.

Me miraba de arriba abajo con mis tacones y mi conjunto de lencería. Me giré sobre mí misma dándole una perspectiva de mi culo y mi espalda y me bajé el tanga por debajo de las rodillas. Inclinándome hacia delante y separando un poco las piernas lo bajé despacio hasta mis tobillos y los zafé de mis tacones asegurándome que tuviese una perfecta perspectiva de mi culo y de mi coño depilado completamente. Quedándome con el tanga en la mano me giré nuevamente hacia él y me senté a horcajadas sobre el chico. Su polla quedó apretada contra su pelvis y acomodada entre los labios de mi coño. Acerqué la mano en la que tenía el tanga a su mano y entregándoselo le dije al oído: “Este te lo regalo, cariño”. Resopló y me besó. Comencé a moverme rítmicamente sobre su polla consiguiendo que al cabo de poco tiempo cada uno de los círculos que dibujaban mis caderas sonaran los fluidos de mi sexo que empapaban ya aquel miembro que palpitaba entre mis labios.

Iba subiendo el ritmo a medida que aumentaba mi excitación y notaba como se aproximaba un orgasmo. Lucas, que así se llamaba el camarero, tiraba de mi cabeza hacia atrás agarrando mi pelo y yo arqueaba la espalda ofreciéndole un magnífico espectáculo de mi busto. Sus manos recorrieron mi espalda buscando el cierre de mi sujetador y rápidamente consiguió desabrocharlo y sacármelo dejando mis pechos libres y frente a su cara mientras seguía pajeándolo con mis movimientos.

Agarró mis pechos y juntándolos se los llevó a la boca chupando y mordiendo mis pezones en lo que fue el inicio de mi primera corrida en aquel almacén polvoriento. Tras aquel orgasmo bajé la intensidad de mis movimientos y me quedé abrazando su cuello apretándole la cara contra mis pechos.

Sin hablar y notando en mi coño la erección salvaje de Lucas me puse en pie y dándole la espalda abrí mis piernas colocando las suyas entre las mías. Agarré su polla, empapada de mi corrida, y la acerqué a la entrada de mi coño frotando varias veces su glande en la entrada como si quisiera abrir más el hueco. Me dejé caer suavemente notando como entraba cada centímetro de aquella polla joven en mi coño mojado. Cuando me la había metido entera me acomodé sentada sobre sus piernas y comencé a mover mi pelvis hacia adelante y detrás rítmicamente. Me estaba dando un placer indescriptible la dureza rocosa de aquella polla chocando con las paredes interiores de mi sexo.

Las manos del joven se aferraban a mis senos y las mías se colocaron sobre las suyas apretándolas contra estos.

“Apriétalas, hazme daño.” – le exigí aumentando el ritmo de mis movimientos mientras ...