Cuidado con lo que deseas … - Relatos Eróticos

Cuidado con lo que deseas …

Al llegar a casa Antonio y yo estuvimos de charla largo y tendido. Le conté con todo detalle el episodio en la oficina con Samuel y esa especie de adicción que su compañero y su forma de tratarme y follarme estaba causando en mí. Antonio por su parte confesó estar absolutamente excitado con todo lo que estaba sucediendo.

“Mira, cariño, yo también estoy sorprendido con todo esto. Pensé de primeras que iba a ser un polvo más y que ibas a cumplir tu fantasía, pero ha resultado que Samuel supera las expectativas de largo. Las tuyas y las mías. Hemos encontrado por casualidad un corneador de campeonato y, un amo dominador que en sus juegos nos somete a ambos. A mí, sinceramente te digo, me tiene alucinado toda esta situación y quiero más …siempre que tú quieras” – dijo mi marido.

“Amor, sabes que confío en ti y que desde el principio me he entregado a ir de tu mano a explorar y experimentar. Estamos juntos, como siempre. Y sí, quiero más” – añadí.

Aquella noche a pesar de estar cansada de la jornada de trabajo y de la follada que me había dado Samuel, Antonio y yo follamos como locos. Se nos notaba la excitación que ambos sentíamos con todo esto y, a decir verdad, me encantaba ver a mi marido que es bastante dominador siendo absolutamente sumiso con nuestro nuevo amigo. Por ponía cachondísima notar su deseo cuando me comía el coño para buscar el sabor y el semen que aquel macho africano había dejado dentro de su mujercita.

El sábado durante el almuerzo, Antonio que comentó que había quedado con Samuel en tomar algo en una terraza el domingo a mediodía para que fuésemos los tres. A mí me encantó la idea, por supuesto, y no perdí la oportunidad de pinchar a mi chico:

“Y ¿de quién ha sido la idea? ¿Tuya, de tu corneador o de ambos?” – le solté con una sonrisa picarona.

“Mira que eres cabrona cuando quieres, jejeje. Lo cierto es que la idea ha sido de los dos, pero la iniciativa suya” – respondió guiñándome el ojo al terminar la frase.

Sabía que algo se avecinaba. Conozco los estados de excitación de mi marido y sus miradas lo delataban, además de que viniese cuando estaba recogiendo los platos a refregar su polla completamente empalmada contra mi culo y darme un orgasmo con sus dedos en la cocina. Conocía aquellos calentones irrefrenables de Antonio.

El domingo amaneció soleado y el cielo estaba absolutamente despejado. Íbamos a tener un bonito día.

“¿Qué ropa quieres que me ponga para nuestra citade hoy, amor?” – dije a Antonio desde la ducha.

“Con lo que te pongas estarás genial. Tú sabes perfectamente cómo debes vestirte” – respondió desde la cocina con cierto grado de sorna en su voz.

Subí al dormitorio un vestido para la ocasión. Era un vestido gris marengo con pequeños lunares blanco de una tela muy fina. Era como una bata que se cerraba por delante con un cinto de la misma tela que quedaba anudado a un lado y que me quedaba francamente bien. Me sentía muy sexy con este vestido porque marcaba mi figura y resaltaba ...