Camino hacia zoodoma. Capítulo III - Relatos Eróticos

Camino hacia zoodoma. Capítulo III

... todas las fuerzas. El otro al ver lo que pasaba soltó a mi hermana para ponerse de pie, momento que aproveché para lanzarle un derechazo directo a la nariz haciendo que sangrara al instante. Ambos eran unos malditos críos, así que no representaban ninguna amenaza para mi. El mocoso desconocido al ver la sangre salió corriendo del lugar, mientras que mi primo me miraba desde el suelo aturdido.

— Prima Lucía yo…

— ¡YO UNA PUTA MIERDA!— Le dije para después pisarle la mano con mi tacón. Cosa que respondió con un alarido de marica.

Levanté a mi hermana del suelo que estaba inconsciente por el alcohol. La pobre se la había pasado tomando piñas coladas, y sin que se diera cuenta se había embriagado. Arreglé su vestido y la cargué hasta llevarla al lugar donde estaba mamá. En un principio pensaba contarle todo, ya no me importaba joder la boda, pero al verla tan feliz festejando con su familia decidí guardármelo para mi. Mamá trabajaba mucho, y no quería quitarle uno de los pocos momentos en que se permitía divertirse. Solo le expliqué lo de las piñas coladas, y le dije que llevaría a Ximena a casa para que durmiera. Otro de mis tíos nos llevó en su carro. Estaba tan harta que no entablé ni una palabra con él en todo el camino.

Cuando llegamos a casa Tarzan nos esperaba frente al portón. Era una de esas veces en las que escapaba para ir tras una hembra, y seguramente llevaba un par de horas esperando a que alguien le abriera para pasar a comer. Cargué a mi hermana nuevamente, y la llevé adentro para acurrucarla en su cama. Al otro día cuando estuviera consciente hablaría con ella para que supiera lo que había sucedido . Era importante que aprendiera que eso no debía volver a pasar. Tras acostarla me percaté que Tarzan estaba junto a nosotras. Normalmente no entraba a casa, ya que mamá le tenía prohibido pasar. Pero era bastante inteligente, y sabía que si no estaba ella nosotras no teníamos problemas de que estuviera adentro.

— Tienes hambre ¿verdad pequeño?— le dije para después ir a la cocina a tomar una bolsa de su alimento de la alacena, y servirle un poco en uno de sus platos que estaba guardado.

Comencé a acariciarlo para intentar relajarme, ya que seguía bastante molesta. Mi coraje había sido tan fuerte que estaba casi sobria. Pero necesitaba mejorar mi ánimo. No quería que el idiota de mi primo me arruinara la noche, por lo que tomé una de las botellas de tequila que mamá escondía bajo el lavadero, y comencé a beberla a tragos. Caminé hacia la sala para sentarme en el sillón. Prendí el estéreo que teníamos para escuchar algo de música mientras bebía. Mamá llegaría hasta la mañana, siempre que tomaba lo hacía hasta el amanecer, así que tenía lo que restaba de la madrugada para relajarme. No me llevó ni quince minutos acabarme media botella. El calor del tequila en mi garganta hacía que me sintiera mejor. Bebí lo que restaba en un par de tragos, decidida a volver a estar borracha lo antes posible. Pero no me di cuenta de que lo ...