Camino hacia zoodoma. Capítulo III - Relatos Eróticos

Camino hacia zoodoma. Capítulo III

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La boda era una fiesta de pueblo llevada a cabo en la ciudad. Nuestra familia era originaria de la costa, de un pequeño pueblo en la cuenca, y por ello teníamos ciertas tradiciones a la hora de festejar sucesos importantes como ese. Era seguro que en el lugar habría alcohol y comida sin fin. Y claro que había sido así. Habían comprado cinco reses para cocinarlas en barbacoa, y cada mesa tenía tres cartones de cerveza, una botella de tequila y otra de brandy, con la posibilidad de pedir más si hacía falta. Al lugar nos llevo un tío, hermano de mi mamá, en su auto. Y desde que nos vieron fue evidente que el y mi primo habían quedado impactados con nosotras. En sus ojos era casi posible ver el reflejo del escote de mi hermana y yo, ya que no despegaban la mirada de allí. Y cuando de forma caballerosa nos dejaban pasar antes de ellos, era evidente que lo hacían para poder ojear nuestros culos mientras caminábamos.

Y cuando llegamos a la fiesta pasó lo mismo con todos los varones del lugar. Si sus ojos hubieran sido vergas, habríamos sido penetradas tantas veces que ni toda la noche hubiese sido suficiente para tal orgía. A nosotras se acercaron familiares que nunca había visto, interesados obviamente en revisarnos de arriba abajo de primera mano. Yo ya estaba acostumbrada a que me miraran como si fuera un objeto, incluso ya saben que aquello es algo que me gusta. Sin embargo me sentía incómoda por mi hermana. Mamá era la autoridad, sabía que no permitiría nada que no quisiera, pero en cuanto a Ximena tenía miedo de que alguien buscara pasarse de listo. Pero aquella situación parecía ser entretenida para ella, haciendo que me diera cuenta que ese dejo de exhibicionismo era algo de familia.

La fiesta en general fue muy divertida. Comida deliciosa y alcohol sin parar. Mamá siempre ha tomado mucho y nunca le importó que nosotras lo hiciéramos mientras fuera en casa o alguna fiesta familiar. Incluso antes de que fuéramos mayores de edad nos dejaba tomar una cerveza para que supiéramos lo que era, y así no hacerlo a sus espaldas. Yo me enfoqué en el tequila, ya que es mi favorito. Seco, solo acompañado de un mordisco a un gajo de limón con sal, es sin duda algo que me fascina. Pero lo que descontroló la situación fue cuando empezaron a servir cocteles. Ximena nunca tuvo interés en beber alcohol porque odiaba los sabores amargos, pero cuando probó una piña colada quedó encantada con su dulzura. La regla de mamá marcaba que solo debería beber un vaso y detenerse, cosa que no pasó. Comenzó a beber mas y mas de estas, aprovechando que mamá y yo estábamos distraídas en la fiesta, haciendo que no me diera cuenta hasta que fue demasiado tarde.

Yo me la pasé bebiendo y bailando. Varios hombres pidieron que los acompañara a la pista para hacerlo. El tiempo pasaba y cada vez estaba mas ebria. Nunca llegué al nivel de la borrachera absoluta, tengo bastante aguante tomando, sólo empezaba a sentirme mareada y algo acalorada. Lo mismo pasaba con ...