Keya El rudo peoncito. Cap.18 - Relatos Eróticos

Keya El rudo peoncito. Cap.18

... que linda! – la animó divertida Silvia. - ¿Vas a ser obediente potranquita?

- Hiiiiiiiijjjjjjjjj

- Muy bien! Queres otra pajita con el dedo?

- Hiiiiiiiiiiiiiiiiijjjjjjjjj

- Muy bien! Abrí las patitas y saca la concha. Te lo ganaste por ser tan inteligente

Keya abrió sus rodillas y adelantó su cadera, para que su dueña jugara un rato con ella. De a poco volvía a mover su cabecita y a resoplar más fuerte. Ahí empezó a rascar el piso con la pata

- Querés acabar potranquita?

- Hiiiiiiiiiiiiiiiiijjjjjjjjj

- Podes aguantar más?

<<Silencio…>>

- Querés acabar potranquita?

- HIIIIIIIIIIIIIIIIIJJJJJJJJJ – ahora el relincho era más fuerte y grave, pero no por eso Silvia bajaba el ritmo de la paja. Keya movía la cabecita y rascaba el suelo tratando de no caerse…

- ¡Acabá! - eso fue todo lo que Keya necesito para volver a licuarse contra el dedo de Silvia, mientras volvía a apoyarse en sus dos patas y abría las rodillas impúdicamente yéndose hacia adelante.

- Buena chica - le dijo Silvia, mientras le acariciaba la cabecita, conteniendo los últimos quejidos del animal…

Silvia la llevo de las riendas hasta la puerta del taller y se la entregó a Jacinto.

- ¡Mira Jacinto! ¡La potranquita aprendió a relinchar ella solita! - Anotició Silvia divertida

- Hiiiiiiiijjjjjjjjj Hiiiiiiiijjjjjjjjj Hiiiiiiiijjjjjjjjj – atestiguó la yeguita, orgullosa.

- Usted siempre logra cosas con estos animales patrona – dijo Jacinto restándole méritos a Keya, quien lo miro con ojitos lastimeros.

- Llevátela, hacela comer un poco. Yo algo de tomar ya le di, así que hacele un par de mimos y a dormir, que mañana empezamos tempranito. Mañana toca el rompe espaldas. Así que va a ser un día duro, hoy parece que le están tocando muchos premios. Ahh me olvidaba, esta enseñada para pedir permiso antes de acabar. Como no puede hablar rasca con la patita izquierda.

No era necesario, pero Silvia autorizaba al peoncito que se coja a Keya, como le habían prometido.

Jacinto llevó a Keya bien cortito de la rienda y el animal lo seguía obedientemente. Cuando llegaron a la cuadra, ya estaban las demás yeguas en los cubículos, esperando al peoncito. El olor a hembras en celo se podía sentir a pesar de lo amplio del lugar.

Truena se asomó ansiosa al verlo pasar, y Jacinto la acaricio la cabeza y la mejilla. Todo lo briosa que parecía, cuando su dueña la manejaba, se había ido vaya a saber adónde, y ahí solo quedaba una hembra ansiosa de que se la coja el macho de la cuadra.

- Hoy no Truena. Mandaron una potranca nueva y tengo que mostrarle como son las cosas - le dijo Jacinto mientras Truena lo miraba con ojitos tristes y buscaba su caricia. Cuando llegaba la noche, Jacinto era el amo y señor de todas esas yeguas, ya que era el único contacto que tenían, porque Braulio estaba algo grande y su mujer lo celaba bastante. El resto de los peones tenían prohibido acercarse al establo.

Así hembras que como mínimo doblaban en edad al peón se ...