1. Keya El rudo peoncito. Cap.18


    Fecha: 20/03/2024, Categorías: Dominación / BDSM Autor: JorgeDom, Fuente: TodoRelatos

    ... la nuca, y las tetas de Keya quedaron bonitamente levantadas.
    
    Braulio se llevó a Keya al cobertizo donde lo esperaba su hijo Jacinto. Jacinto era un joven desmañado de 14 años, alto como el padre y más bien feo. A diferencia del primo de Jorge y Tomy, Jacinto no tenía diminutivo, es más, con el padre se trataban de usted, reproduciendo el trato hosco de los rudos hombres de campo.
    
    - Esta es la yegua nueva. Dele algo de verdura y un poco de jugo. No la llene mucho que a la tarde empieza la patrona a domarla. No la haga cagar. Ya le pusieron el enema.
    
    Luego de darle las ordenes, Braulio se fue dejando a Keya con el hijo. Keya miro al joven y noto que a diferencia de Santi, en este no había ni un dejo de inocencia. Se notaba que la crianza había sido bien distinta y el rudo jovencito estaba acostumbrado a tratar con mujeres. O mejor dicho con yeguas.
    
    Jacinto le agarro las riendas y se la llevo para adentro del cobertizo.
    
    - Abrí las patas, mierda - fueron las palabras del peón, arrimándola a una pared de madera.
    
    No hubo intento de seducción, solo la orden dura y seca para un animal asustado. Keya no tuvo más remedio que abrir sus patas y prepararse para lo que venía.
    
    Los dedos de Jacinto eran duros y callosos (tan distinto a Santi). Afortunadamente la yegua estaba mojada, vaya a saber porque, y la concha se comió sin problemas a ese nuevo ocupante, que la recorría catando carne nueva.
    
    - Parece que la patrona te trabajo bien ahí adentro, tenés toda la zanja mojada mierda.
    
    A diferencia de su padre, Jacinto manejaba bien las palabras. Después de una vida de privaciones, se desquitaba con las yeguas que iban a dar a esa granja, que como mínimo lo doblaban en edad, pero en ese escenario eran simplemente animales para ser domados. Siempre recordaba que había sometido a una yegua de 40 años, que el principio se resistía (siempre lo hacen) pero en menos de una semana comía de su mano y rogaba para que el pendejo se la coja. Esa yegua le había entregado absolutamente todo.
    
    Keya se sentía dominada por ese chico. Sentía ese dedo calloso de hombre como le recorría la concha y la hacía mojarse cada vez más. Imposibilitada del habla, miraba a ese macho y sabía que iba a terminar cogida nuevamente, y no le iban a pedir permiso para eso. Eso extrañamente la calentaba aún más. Se preguntaba si alguna vez iba a poder negarse cada vez que alguien decidiera cogérsela, ya sea hombre o mujer.
    
    El peoncito sentía a la hembra suspirar atrás de ese bocado que él se encargaba de mantener tirante. Había aprendido de chico, que nunca tenía que aflojarle la rienda a una yegua a medio domar. Su padre lo había instruido al domar esa yegua cuarentona, al principio arisca, y no tenía problemas con eso. Cuando sintió las caderas de la yegua avanzar hacia su dedo, comprendió lo mansita que venía el animal, además de caliente. En ese momento la miro fijamente a los ojos y no tuvo dudas de su imposición.
    
    - Me gusta que seas así mansita, pero acá para ...
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