Final de suprema sumisión - Relatos Eróticos

Final de suprema sumisión

... que caminaban como sonámbulas y otros especímenes propios de aquel peculiar balneario. El carruaje había vuelto a la puerta principal como estaba convenido. Izaron a Esther, dejando abandonada su silla pese a sus protestas. Subieron también las dos jóvenes y Leonor. Megan y Joaquina saltaron al techo del carruaje con las armas en la mano, aunque no parecía haber enemigo a la vista. Ya estaban todas preparadas cuando Sam, que estaba en el pescante junto al cochero, advirtió que una forma color canela corría medio desnuda escaleras arriba con un revólver en la mano derecha y un largo cuchillo en la izquierda.

- ¡¡Rosita!! ¡¡Rosiiitaaaa....!!!

Fue inútil, Rosita volvía al galope al edificio cuando el carruaje arrancó a rodar al grito del conductor

Rosita sabía dónde estaba el despacho de Rutherford y hacia allí se dirigió sin dejar que la desviaran de su camino los que intentaban abandonar el edificio antes de que se presentara la policía. En el primer piso se topó con Ricardo y Roberto, que se habían vestido con sus trajes de viaje y recogido algunos enseres.

- ¡Rosita! ¿Qué está pasando? - la detuvo por un momento Ricardo.

- Esther está a salvo, salid de aquí de inmediato, vamos, corred.

- Pero tú has de venir con nosotros - exigió Roberto sujetando el brazo de la chica

- No. Voy a terminar el trabajo.

Y desasiéndose, corrió hacia el segundo piso. El despacho estaba vacío y parecía que se habían llevado a toda prisa algunas cosas, sin duda valiosas. Rosita miró por la ventana que daba al patio de atrás. Allí habían reunido ocho corceles y otros tantos sujetos estaban atando diversas bolsas a las sillas y preparándose para huir en dirección hacia la marisma próxima. Lanzando un grito de rabia, Rosita bajó corriendo las escaleras. Su bata abierta mostraba su cuerpo desnudo con las marcas del látigo y todos se apartaban aterrorizados a su paso.

En la planta baja, dos tipos vigilaban la puerta de atrás guardando la retirada de sus compinches. Cuando vieron a Rosita no dudaron; levantaron sus rifles e hicieron fuego. Rosita se lanzó detrás de un mueble y disparó a su vez. Los tipos retrocedieron dando la alarma a los otros. Rosita salió tras ellos sin pensar en el peligro, pero volvió atrás cuando una lluvia de balas silbó a su alrededor sin alcanzarla por puro milagro. No estaba dispuesta a desistir. Tumbada boca abajo asomó su arma y disparó sobre los fugitivos. Uno de los jinetes cayó, pero los otros siete hicieron fuego de nuevo, obligando a Rosita a ocultarse. Pasaron unos segundos. Dispuesta a todo, la chica volvió a asomar su revólver . Entonces ocurrió algo inesperado. Una bota pisó con fuerza la muñeca de Rosita y una culata se estrelló en su cabeza. Uno de los bandidos se había arriesgado a acercarse en silencio hasta el umbral para sorprenderla. Inconsciente, la chica fue arrastrada fuera. El siniestro director bajó del caballo y arrancó los restos de ropa, dejando a Rosita en vivos cueros. Los hombres lanzaron ...