Final de suprema sumisión - Relatos Eróticos

Final de suprema sumisión

... una posesa; su cuerpo mostraba las huellas del castigo en muslos, vientre, pechos... Hasta el rostro estaba cruzado por dos verdugones.

- Who are you? Get out! It's a private site - bramó el del látigo, ya que el otro siguió follando a Rosita con los ojos cerrados.

- Of course. I have instructions not to harm people, but it is an exceptional situation-

Y así diciendo, Sam descargó el primer tiro en la cabeza del azotador, que retrocedió con el asombro pintado en la cara y un agujerito en medio de la frente. El otro, por fin, paró de bombear el coño engrasado de Rosita, volvió la cabeza y permitió así que la segunda bala atravesara limpiamente su cráneo.

Unos gritos femeninos advirtieron de la presencia de alguien más en el sótano. Una pelirroja de enormes senos enmarcados por miles de pecas se incorporó con las manos en alto, gritando que no dispararan. Una segunda muchacha permanecía enroscada en el suelo, tan desnuda como su compañera de infortunios y llorando a moco tendido.

- Are you Olive? - preguntó Samantha, enfundando el revolver

- ... Yes...yes - contestó la muchacha temblorosa.

- Keep calm. We are here for help you - explicó Joaquina alargando sendos albornoces a las dos chicas.

Leonor se había precipitado sobre Rosita sollozando al ver el estado en que la habían dejado. Le limpió la sangre y la grasa de vaca con que habían untado su vulva. Megan cortó con su cuchillo las cuerdas y propinó una patada en la cabeza al cadáver más próximo.

- Pues menos mal que no nos hemos puesto violentas - comentó Joaquina a Leonor mientras la ayudaba a levantar a la pobre Rosita.

- Ahora hay que salir igual de rápido que hemos entrado - ordenó Samantha sin dar una muestra de afecto a la joven mulata- El carruaje estará en la puerta.

Salieron a toda prisa, llevando Megan en brazos a Rosita y empujando Quina a las aterrorizadas muchachas.

- You are in a hurry bitches - dijo una voz femenina detrás de ellas.

Se volvieron sacando los revólveres, pero se detuvieron en el acto. Susan Rutherford las amenazaba con un arma, mientras apuntaba con otra a la cabeza de Esther. Ésta se hallaba encogida en su silla de ruedas.

- Soltad las armas o le reviento los sesos a la inválida - exclamó la malvada mujer cambiándose a la lengua de Cervantes.

Sam indicó que obedecieran y dejó para dar ejemplo su revólver en el suelo frente a ella.

Roberto estaba algo alejado de la zona de operaciones y no se estaba enterando de los acontecimientos. La verdad era que había tomado una ración extra de su bebida estimulante y se había encerrado en su cuarto con una joven de rotunda anatomía que estaba aburrida en la piscina del balneario. Le habían advertido de que la poción mágica debía ser consumida una vez cada veinticuatro horas, pero a la vista de los atributos de la moza, Roberto había tomado una decisión que podía costarle cara. La chica le había seguido sin demasiado entusiasmo. Era evidente que estaba allí para servir a los ...