El verano está para quemarse - Relatos Eróticos

El verano está para quemarse

... su mujer.

Seguro que también, es muy zorra, y no me importaría nada … - añadió ella antes de volver a meterse su polla en la boca y empezar movimientos frenéticos con su cabeza.

Imaginar que Rocío le comía el coño a su mujer mientras ella hacía lo propio con su polla completamente hinchada, recrear ese tren de placer en su cabeza durante unos breves segundos fue suficiente para explotar con un chorro caliente en la boca de Lucía, que recibió con alguna arcada pero satisfecha por ser ella quien conseguía llevarlo a ese nivel de placer.

Los cuatro se durmieron plácidamente en sus respectivos lugares después de aliviar la tensión sexual que se había acumulado durante toda la tarde y noche. Relajados y con una breve sonrisa en sus labios, en algunos más intensas que en otros, pero todos sumidos en el placer.

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Al día siguiente, por la mañana

El sol que se colaba por las cortinas del hotel era brillante y potente, augurando una nueva jornada veraniega de los más embriagadora. Nada más abrir los ojos, Lucía notó una sensación especial, la noche anterior había sido un descubrimiento para ella. Siempre era más contenida que Álvaro, más prudente, más capas protegían sus verdaderos instintos de lo que cualquier persona pudiera ver, lo que le hacía sentirse segura, pero aquella noche había verbalizado cosas en voz alta delante de otras personas, y además había escuchado fantasías ajenas, lo que le hizo pensar que quizás algunas cosas son posibles o que, al menos, se podía disfrutar de nuevo de esas sensaciones de juventud cuando se explora lo desconocido. Eran pensamientos contradictorios y convulsos, pero sin duda era una sensación especial.

Tras lavarse la cara, despejarse un poco y preparar un primer café en la máquina de la habitación, quitó el modo avión de su móvil y de forma instantánea sonó su app de mensajería.

“Hola preciosa! Os apetece venir a Cala Forn y recordar viejos tiempos?”

Una hora después estaban en la cala citada, con los bártulos ya puestos sobre la arena en un lugar algo más apartado de lo que hubieran elegido cualquier otro día. A los pocos minutos, divisaban a Rocío y Alberto llegando por las escaleras que bajaban desde el parking natural hasta la cala. Se saludaron con besos y algún roce de sus cinturas, aunque realmente, las comisuras de Rocío y Álvaro casi se acariciaron de lo cercano que había sido su saludo, quizás el gesto habría pasado inadvertido, quizás no.

Tras una hora compartiendo conversación bajo la sombrilla y una primera cerveza de obligado cumplimiento por turnos en el chiringuito, Rocío propuso un baño al que solo se sumó Álvaro. Intentó hacerlo moderando su rapidez para comprobar antes si serían más en el agua y para que no se notara que, realmente, estaba deseando que llegara el momento. Unos minutos después, ambos se habían alejado lo suficiente para tener casi todo el cuerpo dentro del agua y ser solo dos siluetas para los que se quedaban en tierra. Y viceversa.

Ahora que no me ...