El verano está para quemarse - Relatos Eróticos

El verano está para quemarse

... revientes, cabrón - le susurró Rocío entre gemidos tras escaparse de un beso y acercarse a su oído.

Los dedos de Álvaro se deslizaron entre sus piernas, notando la humedad que su labios ya chorreaban. Recorrían sus pechos, apretaban con fuerza sus nalgas. Rocío apretaba con pasión su bulto, casi notando sus venas. Se desbocaban, no podían hacer nada, era su naturaleza.

Álvaro tiró con fuerza de las braguitas de Roció hacia el suelo, elegía esa prenda, tendría que esperar para ver sus pechos, pero quería que se paseara por el salón con sus labios húmedos a la vista de todos, casi chorreando entre sus piernas.

Ella le quitó los pantalones de un tirón para poder recrearse con su miembro duro, apretándolo, sobándolo con descaro.

Llegó el tiempo, les costó separarse, pero tenían que hacerlo.

—--- En el salón

La situación estaba llegando a su límite, todos se deseaban, de muchas maneras. Ya no podían parar y todos lo sabían. Lucía no esperó el ritual de los números, se desabrochó el sujetador dejando sus pechos antes todos, con los pezones duros, erguidos. De un movimiento rápido bajó la ropa interior de su marido enseñándole a todos su polla completamente erguida y dura. Roció aceptó el reto y se quitó el sujetador, quedando completamente desnuda ante todos e hizo lo propio con la prenda que a su marido le quedaba, y mostrando así su miembro también muy tieso. Hasta en eso se parecían. Ellos la tenían casi igual, algo más gorda Álvaro, algo más larga Alberto, pero con pequeñas diferencias

Lucía cogió de la mano a su marido con la mirada clavada en Rocío y una mueca de lascivia en su cara, se encaminaron por instinto a la habitación principal y cerraron la puerta.

Rocío entendió el mensaje, ya le llegaría su turno. Se giró hacia su marido, le empujó con el pecho para sentarlo en el sofá y se arrodilló ante él para lamer su polla con lujuria y desenfreno, estaba desbocada, el miembro de Alberto entraba y salía de entre sus labios sin dar tiempo a la respiración. Paró de repente, desde la habitación principal llegaban los primeros gemidos de Lucía, era ella la que recibía placer, eso le puso celosa y aceleró aún más si podía los movimientos de sus manos y su boca llena con la polla de su marido. Sus tetas se balanceaban, su culo se movía, todo su cuerpo bailaba al ritmo de aquella mamada. Alberto la aguantaba como podía, sus manos se iban por instinto a la cabeza su mujer, pero ya no era capaz de distinguir si él le estaba follando la boca o era ella la que hacía lo que le daba la gana con él.

De nuevo volvió a parar, más gemidos desde el fondo del pasillo, ahora se tornaban en gritos. Se levantó, se pellizcó los pezones mirando a su marido y le ordenó que le siguiera. Se encaminaron hasta la habitación principal y abrieron la puerta. La estampa les estalló en la cara. Lucía estaba tumbada sobre la cama, con las piernas abiertas y separadas por los brazos de Álvaro, sus sandalias de tacón apuntando al infinito mientras su ...