El verano está para quemarse - Relatos Eróticos

El verano está para quemarse

... había propuesto nada, lo que pronto tuvo una explicación.

Bueno chicos, nos tenemos que ir, tenemos un compromiso para comer - dijo Alberto tras mirar su reloj digital.

Es verdad… vaya - dijo Rocío con cierto aire de resignación. - pues mira, se me ocurre una cosa, si os apetece, esta noche podemos quedar a cenar en un sitio que os vamos a enseñar y después nos vamos a ver juntos un capítulo de El juego de las llaves, qué os parece la idea? - propuso mientras se secaba un poco el pelo con la toalla con total normalidad.

Y no hicieron falta convencimientos ni preguntas entre ellos, todos estuvieron de acuerdo rápidamente, porque sin duda a aquellas alturas parecía una propuesta incluso de lo más normal.

—-

Horas más tarde

Con un solo minuto de diferencia, los cuatro se encontraron de nuevo en las puertas del restaurante que habían decidido, enclavado justo a los pies de unas rocas que descansaban entre dos calas, por lo que las vistas para la cena no podían ser mejores en una noche de verano como aquella.

Lucía y Álvaro esperaban justo en la puerta del restaurante, solo iluminada por tres focos verticales que parecían posar toda su atención sobre ellos. Rocío y Alberto llegaron desde el parking envueltos en la oscuridad hasta alcanzar el poco radio de luz de los focos. En ese momento, unos frente a otros se descubrieron y el placer visual alcanzó su cima.

Todos habían elegido sus mejores galas, aunque en ellos, como es habitual en los hombres, no resultaba nada especialmente fuera de lugar. Habían elegido los dos unos chinos de verano, con ligeras diferencias en sus tonos beige, calzado cómodo y sendas camisas. Celeste para Alberto, fucsia claro para Álvaro. Pero lo de ellas era otro cantar. Estaban radiantes, brillantes, si la belleza fuera un artefacto explosivo, se podía escuchar en la cabeza de ambos el pitido de la cuenta atrás justo antes de explotar. Además, con sus atuendos, también demostraban lo mucho que se parecían a la hora de vestir.

Rocío había escogido un vestido de verano blanco, con escote de pico que casi alcanzaba su cintura. Solo llegaba a media altura de sus muslos, enseñando unas bonitas y fuertes piernas morenas por el sol. Una bonita combinación de pulsera, pendientes y collar en plata con esmeraldas le daba el toque de color pefecto. Sus labios pintados una excusa ideal para iniciar el deseo. Su pelo suelto jugueteaba por sus hombros descubiertos y las sandalias de verano eran las causantes de que su figura se realzara hasta la extenuación. La radiante sonrisa que dibujaba su cara al llegar resultaba el broche perfecto a su increíble imagen.

Lucía, por su parte, no se quedaba atrás, sino que en todo caso pugnaba por estar a la misma altura o más de la belleza explosiva de su nueva amiga. Había elegido una larga falda turquesa de varias capas, un top blanco y ajustado de tirantes, unos complementos en plata y piedras semipreciosas fucsia que hacían juego con sus labios de infarto. Había rizado ...