1. Orgasmos Turbios [6]


    Fecha: 23/03/2019, Categorías: Infidelidad Autor: CVelarde, Fuente: TodoRelatos

    ... ocasiones lo deja bajo el cuidado del señor Daniel Fernández.
    
    —¿Mi hermano? —me sorprendí, sintiéndome un poco aliviado. Eloína lanzó una mirada envenenada a la muchacha y ésta se encogió—. Claro, claro, Daniel… mi hermano Daniel.
    
    Eso sólo podía significar que mi accidente al menos había servido para que las personas más importantes de mi vida se reconciliaran.
    
    —¿Estás segura, muchacha? —le pregunté con insistencia a la preciosa chiquilla, moderando el color de mi voz. Quise ser amable con ella. Me gustaba tener al menos a alguien en esa habitación que fuera mucho más empática y se compadeciera de mí—. ¿Marcel está… bien?
    
    —Está en perfectas condiciones, señor Ferná… Pepe —se corrigió Esmeralda con una encantadora sonrisa cuando recordó mi negativa para que fuera llamado como si fuera un trajecitos—. Le aseguro que el niño ha crecido grande y fuerte.
    
    —¿Grande… y fuerte…? —se me quebró la voz.
    
    Tuve ganas de llorar. ¿Cinco años perdidos de mi vida? ¿Cinco años sin estar con mi hijo, en su crianza… sin verlo crecer? Eso era lo que más me podía. Mi ausencia como padre y las experiencias no vividas con él. ¿Cuántos años tenía ya? ¿Nueve?
    
    Vi que la enfermera Eloína se acercaba de nuevo hacia mí, suministrando algo en el suero, cuya manguera se adhería a una bolsa desde mis venas.
    
    —¿Qué hace? —le pregunté alarmado.
    
    Esa mujer no me gustaba nada. En cambio, Esmeralda me proveía paz y tranquilidad. Aparte tenía una mirada muy dulce y era bastante bonita.
    
    —El doctor dejó indicaciones para suministrarle un tranquilizante, señor Fernández —contestó Eloína.
    
    —¡Estoy tranquilo!
    
    —Tiene que dormir.
    
    —¡En Cinco años he dormido lo que debía de dormir en toda mi puta vida! —me quejé.
    
    —Lo siento, señor, pero tengo que sedarlo —insistió la hija de puta.
    
    —¡Le ordeno que no me sede nunca más, ¿entendió bruja asquerosa?!
    
    Pero la hija de la chingada no me hizo caso. Se regodeó de mi angustia y se aprovechó de su posición dominante para suministrar el medicamento a mi suero, pese a mi negativa, el cual comenzó hacerme efecto en ipso facto.
    
    Mi conciencia, entonces, comenzó a debilitarse. Mis ojos se fueron cerrando. Pero cuando todo se puso negro en mi entendimiento, todavía fui capaz de escuchar algo que me dejó verdaderamente horrorizado:
    
    —Esmeralda, rápido, avísale a don Edmundo Durán que ya lo he sedado, que puede venir.
    
    ¿Don Edmundo? ¿El magistrado? ¿Mi suegro? ¿Qué mierdas tenía que ver el padre de Thelma en todo esto?
    
    Lo último que vi antes de quedarme dormido otra vez fue el color esmeralda de los ojos de la encantadora rubita.
    
    CONTINÚA
    
    Llegamos a la mitad del libro 1 de Orgasmos Turbios
    
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