1. Orgasmos Turbios [6]


    Fecha: 23/03/2019, Categorías: Infidelidad Autor: CVelarde, Fuente: TodoRelatos

    ... Durán es mi esposa y Marcelo Fernández es mi hijo, por lo que esas «no facultades» que dice tener respecto a dar información de la familia, no me incluyen a mí, ¿entendió’?, ¿o se lo explico con pitos?
    
    La enfermera Eloína hizo un enorme esfuerzo por contener la rabia de la grita que le acababa de poner. Esmeralda suspiró hondo y me escondió su encantadora mirada.
    
    —Pues mire, señor Fernández —dijo Eloína acercándose a mi cama—, conténtese con saber que ni la señora Thelma ni el pequeño Marcel están aquí.
    
    —¿En serio? —ironicé, echándole un gesto de odio—. ¡Gracias por su suspicacia, enfermera! Pero ya lo había notado, que ninguno de los dos están aquí, ¿tiene usted alguna otra utilidad además de estarme hinchando las pelotas?
    
    Eloína hizo acopio de paciencia y respondió:
    
    —Es una pena que no pueda darle ninguna otra información.
    
    Su actitud me terminó por cansar:
    
    —¡Es una pena, que ahora mismo usted quede despedida! —le dije.
    
    La rubita abrió los ojos como plato. Eloína, sin embargo, hizo un ademán de burlarse de mí.
    
    —¿Me está usted corriendo, señor Fernández?
    
    —Y se está tardando en largarse de mi casa —intenté tronarle los dedos, sin éxito.
    
    —¿Su casa? —De nuevo esa risita castrosa que por poco me hizo explotar por dentro—. Es una pena, señor Fernández, que no sea usted quien paga mis honorarios.
    
    Mis gestos y berrinches me hicieron pensar que la tal Eloína preferiría tenerme en coma antes que restablecido. Seguro durante el tiempo que estuve inconsciente le parecí menos fastidioso y más amable que ahora.
    
    Sería inútil correr a la tal Eloína si no tenía a mi esposa validando mi autoridad. Después de todo era un pedazo de mierda vegetal que acababa de despertar de un largo coma, lo que me llevó a preguntarme la razón por la que estaba en mi cuarto y no en un hospital: al menos en las películas era diferente.
    
    Encima, Thelma no estaba… Pobrecita. De imaginar el sufrimiento que habría tenido que padecer por mi causa me descomponía. Por mi culpa habría modificado su vida. ¿Cuánto tiempo le habría llevado superar el duelo de saber que probablemente yo nunca iba a despertar?
    
    «Ay, mi Thelma, yo y mis pendejadas. Perdóname.»
    
    Pero… ¿y Marcel?
    
    Se los pregunté a Eloína y a Esmeralda por enésima vez, y estoy seguro que la chica rubia me habría respondido a mi cuestionamiento de no ser porque la rechoncha enfermera entrometida le lanzó una mirada de advertencia.
    
    —No sabríamos decirle dónde está el niño, señor Fernández —respondió la enfermera Eloína con acritud.
    
    —¿Cómo…? —No le creí—. ¿Trabajan para mi esposa y no sabe dónde putas dejó a mi hijo?
    
    Eloína se acercó al buró donde comenzó a preparar una extraña fórmula en una ampolla de vidrio.
    
    —Trabajar para la señora Thelma no implica que ella deba de ponerme al corriente de la forma en que cría al niño Marcelo ni en dónde lo deja —respondió la enfermera con agresividad.
    
    Pero Esmeralda no se pudo contener, y me dijo:
    
    —Yo he sabido que en algunas ...
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