1. La Doncella (II): El Pozo Negro


    Fecha: 25/06/2019, Categorías: Dominación / BDSM Autor: Baron Ashler, Fuente: TodoRelatos

    ... echó el cerrojo. Trae otra antorcha encendida y una manzana. La primera antorcha ya está apagada. El guardia reclama al herrero su turno… Él se levanta y se viste.
    
    Por un momento, mira los grilletes que retiró de mis muñecas. Creo que me va a sujetar de nuevo. Su compañero indica que no importa…
    
    Vuelvo a cerrar los ojos y dejo que el tipo me posea a gusto. Este no pierde el tiempo en preliminares. Me coloca a cuatro patas y me penetra sin más.
    
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    Ocurre una y otra vez durante toda la noche. Viene un nuevo guardia con una antorcha y una manzana. Cuento seis hombres en total… Ninguno se preocupa demasiado por sujetarme las manos, con ninguno disfruto como con el herrero.
    
    Después del último ya entra el sol por la puerta. Ha habido dos que no me han visitado. El temido Belcebú ha pasado toda la noche con Simona. Otro hombre ha hecho lo mismo con la demacrada Dominga, a él no debe parecerle tan repulsiva.
    
    Mi último amante me obliga a levantar. Debo volver al cobertizo. Mis harapos están tirados en el suelo. No tengo gran interés en tapar las tetas ni el coño. Hago un hatillo con ellos y guardo las cinco manzanas que quedan en el suelo.
    
    Mis manos siguen libres. No voy a pedir que me sujeten pero seguro que lo harán.
    
    Salimos de la cueva, el guardia llama al herrero. ¿Sólo él sabe hacerlo? El herrero me mira con ternura pero no tiene piedad. Me sujeta ambas muñecas y se va… El guardia me custodia hasta que llego con mis compañeras. Están todas despiertas y expectantes. Simona y Dominga delante.
    
    Me reciben como si hubiera sido bautizada para pertenecer a su comunidad. Ya era una de ellas.
    
    ¿Ya no llevas trapos sobre el cuerpo? -pregunta Simona.
    
    No…
    
    ¿Y qué es ese bulto?
    
    El bulto era el hatillo con las manzanas, lo llevaba colgando de mis manos. Al sentarme en ese desagradable suelo húmedo, abro el paquete y comparto la fruta con todas. Los guardias nos miraban con extrañeza. Un grupo de prisioneras desnudas y encadenadas estaban montando una fiesta.
    
    Disfruto de la fiesta lo que puedo, pero no puedo evitar estar todo el día molesta por la tremenda irritación que siento en la entrepierna.
    
    CONTINUARÁ 
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