1. Carita de ángel (5)


    Fecha: 22/06/2019, Categorías: Incesto Autor: Gabriel B, Fuente: TodoRelatos

    ... fue que lo había hecho para tener un aliento fresco. Pero si fuera por eso, no hubiera dado por sentado que no tenía idea de para qué lo quería usar. Guardé silencio, temiendo quedar como una tonta. Pero el tío se dio cuenta de esto, y soltó otra carcajada—. No te preocupes, ya te vas a dar cuenta de para qué es. Recostate. Ponete cómoda, sacate la bombacha y abrí las piernas.
    
    Le hice caso. Tío Eduardo se acercó. Pero se me quedó mirando durante un rato, como disfrutando de un paisaje. Chupaba con vehemencia el caramelo, y tenía el paquete con el resto de los caramelos en la mano.
    
    Se agachó, poniéndose de rodillas. Le había chupado la pija muchas veces, pero él nunca me había practicado sexo oral. ¿Qué había de diferente hoy? No lo sabía. Tío Eduardo largó su aliento sobre mi sexo mojado. Un delicioso frescor estremeció mi entrepierna. Ni si quiera me había tocado, y mi cuerpo ya se estremecía como si me estuviera penetrando. Después me lamió, y ahora el aliento fresco iba acompañado de la lengua frotándose en mi muslo. Cerré las piernas. Mis músculos se tensaron.
    
    —Tranquila. Esto recién empieza —advirtió tío Eduardo.
    
    Tenía experiencia comiendo conchas. No fue directo a las zonas más sensibles, sino que lamió mis muslos, muy cerquita del sexo, para que me acostumbrara a esa intensa sensación. Nunca había hecho esto con nadie, así que no tenía con qué compararlo, pero el potente placer que sentía mientras tenía su cabeza hundida entre mis piernas me hacía pensar que lo que estaba generando en mi cuerpo no podría hacerlo cualquier hombre. El caramelo de mentol hacía su trabajo, incrementando exponencialmente el placer producido por el trabajo oral del tío. Se metió otro caramelo en la boca. Debía de ser muy hábil para que esos caramelos no le molestaran, y para que no terminara escupiéndolos o tragándolos mientras abría la boca para devorar a su sobrina.
    
    Y entonces saboreó mis labios vaginales, totalmente mojados. Y luego fue por el clítoris. Gemí. Un gemido que en verdad fue un grito. Él siempre me había hecho gozar, pero era la primera vez que sentía un placer tan electrizante cuando aún faltaba mucho para llegar al orgasmo. O al menos eso creía, porque una vez que se ensañó con ese botoncito tan placentero, mi goce fue escalando hasta límites que jamás creí posible alcanzar, y ahora sí, el orgasmo parecía a la vuelta de la esquina.
    
    Mis manos se cerraron, arrugando las sábanas, como si necesitar aferrarme a algo para no salir volando por la explosión que iba a ocurrir en mi entrepierna. Pero el estallido solo comenzó ahí. Después, cada célula, cada átomo de mi cuerpo fue atravesado por un orgasmo tan violento que me hizo pensar que en realidad hasta el momento jamás había experimentado uno. Me encontré gritando como una loca, apretando la cabeza de tío Eduardo con mis muslos, con una fuerza impresionante, haciendo movimientos pélvicos involuntarios con los que restregaba mi sexo en su cara.
    
    Quedé unos minutos temblando, ...
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