1. 28 años


    Fecha: 18/05/2019, Categorías: Infidelidad Autor: pinoverde, Fuente: TodoRelatos

    ... comenzado a nevar, aquella habitación parecía una sauna.
    
    - ¿Te peso? – preguntaste iniciando el movimiento para quitarte de encima.
    
    - No te muevas de allí Carol – supliqué – No lo hagas, Por favor. No. Nunca. Quédate y acaríciame.
    
    Y eso hicimos.
    
    Porque era cierto.
    
    Hacía mucho tiempo que ambos no habíamos follado con nuestras parejas.
    
    Y más aún desde la última vez que habíamos hecho el amor.
    
    Ninguno de los dos recordaba la última vez en que pasamos una hora entera abrazados y satisfechos después de practicar un duro fornicio.
    
    Mirándonos, acariciándonos, besándonos, sonriendo, sintiendo que se había hecho lo adecuado, con la persona adecuada, en el momento adecuado.
    
    Yo no lo recordaba.
    
    Y Carol tampoco.
    
    Y soñamos.
    
    Una semana después, nos sincronizamos.
    
    Mi mujer lloró.
    
    Su marido la llamó puta.
    
    Mi mujer prometió venganza, hacérmelas pasar canutas con los niños, la custodia, la pensión y la hipoteca.
    
    Su marido juró que se las haría pagar, que perdería todas las amistades, que contaría a todos los vientos sus secretos y miserias.
    
    Pero ambos decidimos que había llegado la hora veintiocho años postergada.
    
    La hora de demostrar que ya no éramos inocentes e inexpertos.
    
    Tardamos apenas una semana en encontrar piso.
    
    Uno lo suficientemente barato para afrontar nuestros respectivos divorcios pero lo sobradamente grande como para acoger a una familia que se había duplicado en número de hijos.
    
    También cambié de trabajo.
    
    Carol pidió vivir cerca de sus padres, encarados ya con el final de su existencia.
    
    Perdimos amigos, perdimos familia, perdimos respetos hacía mucho aburridos de respetarnos.
    
    Y ganamos tiempo para follarnos como nunca nos habíamos follado.
    
    Si, soñamos.
    
    Si, lo hicimos.
    
    Porque cuando sonó el despertador en aquella habitación de cuatro estrellas en la ciudad donde ambos habíamos crecido, ella ya no dormía a mi lado.
    
    Carol caminaba desnuda hacia donde habían caído sus braguitas.
    
    Aun somnoliento, no pude dejar de perturbarme al contemplar su trasero oscilante, sus carnes temblorosas cuando con habilidad y rapidez, las recogió y se las puso.
    
    Me daba la espalda pero aun así, podía sentir el enorme esfuerzo que estaba haciendo.
    
    Esfuerzo y valor para respirar hondo y girarse sabiendo que yo estaba ya despierto y demandaba una respuesta al por qué no iban a cumplirse esos sueños.
    
    Porque deseaba desesperadamente hacerle una pregunta.
    
    Solo una.
    
    - Carol….¿qué ha sido esto?
    
    Sus ojos seguían siendo miel infinita.
    
    Solo que, al contrario de lo acontecido apenas unas horas antes, su mirada era apesadumbrada y esquiva.
    
    - Juan…Juan….cielo. Esto no es nada. Nada. Porque no puede haber más.
    
    - Nunca te olvidé Carol.
    
    - Ni yo.
    
    Al reconocerlo reveló verdaderamente que el peor efecto que en ella había tenido el paso de aquellos veintiocho años, había sido el de enquistarse mi recuerdo como el más melancólico de todos.
    
    - ¿Sabes? Ayer, cuando te vi, te me ...