1. 28 años


    Fecha: 18/05/2019, Categorías: Infidelidad Autor: pinoverde, Fuente: TodoRelatos

    ... para tontos.
    
    La holandesa devoradora de hombres resultó ser una soriana mojigata que le borró en seco esa actitud despectiva que ofrecía ante las mujeres cuando lo llamó para decirle que el torpe polvo que había echado en la playa, traería en siete meses sus consecuencias.
    
    Ahora la barriga Luis anticipaba su llegada, su pelo se suicidó con el tercer divorcio y coleccionaba sentencias judiciales por impago de pensiones como quien colecciona cromos.
    
    Y estaba yo, que ni destacaba ni aspiraba a nada con mis quince años y continuaba sin hacerlo con el plan de jubilación ya abierto.
    
    Corriente hasta los extremos, mi mayor logro era sobrepasar los cuarenta y cinco conservando parte del mato grosso capilar y una digna complexión física.
    
    Tan insulso sin llegar a veinte como sin llegar a cincuenta, al entrar en el restaurante, prácticamente nadie me echó de inmediato el nombre encima.
    
    Todos apretaban la mano o daban dos insulsos besos aderezados con un “Perdona es que no me acuerdo”
    
    Soñaba con ser maestro.
    
    Pero el Magisterio se fue al garete por causa de una madre ludópata y un padre enfermo.
    
    El segundo me pidió ayuda para esquivar las deudas y la primera, penaba ahora en una residencia sin reconocer errores, echando a su hijo la culpa de haber visto embargado su piso de toda la vida.
    
    En lugar de ejercer en algún Instituto, regentaba una academia de inglés donde, curiosamente, el que menos gramática Shakesperiana conocía era yo.
    
    Todos entramos en aquella brasería, veintiocho años después, con una gruesa carga sobre la chepa.
    
    Incluso ella.
    
    Al menos Carol demostró de inicios que en lo que a impuntualidad se refería, no había cambiado.
    
    Al inicio de la velada, con el aperitivo en la mano, me había tranquilizado creyendo, no sin cierto alivio, que ella no aparecería.
    
    Porque ella, solo ella, habría sido la excusa perfecta para no confirmar mi presencia.
    
    Carol subió las escaleras con paso firme, provocando que estas retumbaran a través del hueco.
    
    Como si se dejara anunciar por una banda de batucada.
    
    Luego comenzó la ronda de saludos de manera ostentosa, como si fuera una de esas estrellas sobrevaloradas que sobreviven, más que por cantar o actuar divinamente, inventándose excusas para convertirse constantemente en el centro de atención.
    
    Hola….dos besos….hola….dos besos…!cuanto tiempo!....dos besos.
    
    Hasta que llegó a mi altura.
    
    - Hola Juan – se quedó allí de pie, con esa mirada retenida, esa sonrisa apresada y la piel enrojecida.
    
    No se ella.
    
    A mí el corazón se me desbocaba.
    
    - Carol.
    
    Y nos abrazamos.
    
    No nos dimos ningún beso.
    
    No dijimos ninguna tontería repensada.
    
    Sencillamente, nos abrazamos.
    
    Durante un largo y confortable minuto.
    
    Como si el abrazo final, ese con el cual nos despedimos casi tres décadas antes, nunca hubiera terminado.
    
    - Demasiado tiempo Juan.
    
    - Demasiado tiempo cielo.
    
    No sé porque lo dije.
    
    Pero lo dije.
    
    Cuando nos volvimos a mirar, los ojos ...
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