1. Infiel por mi culpa. Puta por obligación (4)


    Fecha: 05/05/2019, Categorías: Grandes Relatos, Autor: DestinyWarrior, Fuente: CuentoRelatos

    ... brazos y en cada mano una bolsa. Me entiende y se sonríe, arqueando las cejas y frunciendo el ceño.
    
    —Está bien, yo se las acerco y luego los dejo. Deben tener mucho de qué hablar. Hummm ¿Me aceptaría un consejo? —Me dice mientras en una charola plástica coloca la mediana jarra y dos vasos de cristal, uno de ellos colmado. Me arrimo a ella sin abrazarla, pero tan cerca como para dejar reposar mi frente sobre su hombro, suspiro y en un hilo de voz le digo...
    
    — ¡Por supuesto que sí!
    
    —No sé qué ha sucedido, pero mi niña, recuerde que los hombres son así, como animalitos salvajes que con cualquier aroma de hembra en celo, la pichita se les pone inquieta. —Un corolario gracioso.
    
    —Es normal que tropiecen y más cuando una mujer caprichosa decide enredarles la cabeza. Somos muy jodidas cuando queremos algo y ellos pensando que nos tienen encantadas con su parla y Dushi preciosa, ahí es cuando nosotras sabemos que la «juagadura» de calzones ya ha surtido efecto en ellos. ¡Jajaja! —Logra hacerme reír con ganas por el último comentario, pero es que ella no sabe que la cuestión ha sido al revés. Me separo un paso o dos y la miro con bastante vergüenza. Tal vez después pueda contarle a ella, que fui yo la que decidió con mis encantos, deslumbrar especialmente a uno y embrujar a varios más. ¡Jodiendo a mí esposo!
    
    —Perdónele la falta mi niña, vea que hombres tan juiciosos y bien parecidos como el suyo, no se caen todos los días de los árboles. Eso usted le pringa esa «picha» con un poquito de jabón y alcohol desinfectante, se lo refriega muy bien con estropajo, ojalá y… Le queda como nuevo. ¡Listo para usarlo hasta sacarle ampollas! Jajaja. —Se carcajea, al igual que yo por sus ocurrencias y me empuja con el borde de la bandeja para echarme a andar hacia el exterior de la cocina, acercándome a él, mientras un raro temblorcito estremece mis piernas.
    
    Camilo no me ha visto aun, sigue ocupado en el vaivén de su labor y no escucha que nos acercamos por detrás de él. ¡Dios mío, dame fuerzas! No sé ni cómo saludarlo ni por dónde empezar. Pero en esas, es que Kayra con su acostumbrada desfachatez, se me adelanta lanzándome al vacío sin previo aviso, junto a mi marido.
    
    — ¡Señorito Camilo! Mire lo que le traje para calmar su sed. Y… ¡Lo que Nuestro Santísimo Señor, le envió! 
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