The Loud House: El tiempo vuela - 15 - Relatos Eróticos

The Loud House: El tiempo vuela - 15

... para cerrar la puerta del baño y además, ponerle seguro.

Esto obviamente puso en alerta a las dos mujeres, quienes trataban de comprender lo que esa mesera estaba tramando, pero la situación se puso todavía más rara para ambas cuando escucharon que la puerta de uno de los sanitarios se abría y escucharon un par de pasos salir de ahí. Se volvieron a girar y abrieron los ojos por la sorpresa: no solo conocían a ese par de gemelas rubias que ahora estaban frente a ellas, sino que además, estaban estupefactas por el hecho de que iban vestidas con unos diminutos bikinis que apenas si les cubrían los pezones y el pubis.

—¡¿Lana?!

—¡¿Lola?!

Exclamaron al unísono las dos mujeres al reconocer a su respectiva rival y enemiga, para luego girarse a ver, constatando que en otra situación y de haberlo querido, se hubieran podido haber vuelto muy buenas amigas.

Mientras tanto, Lana y Lola disfrutaban con la confusión de sus futuras víctimas.

—Lo hiciste muy bien Meli —elogió Lana mirando a la mesera.

—¡Lo que sea por usted ama Lana! —respondió Meli de inmediato y al girarse, las dos capturadas mujeres se sorprendieron al ver que ahora la mesera tenía en su rostro que reflejaba la más absoluta lujuria, llegando al punto de babear y no solo por su boca, ya que vieron que una gran mancha de humedad aparecía en medio de sus piernas.

Luego, escucharon una risita, esta vez saliendo de Lola:

—Oye, yo creo que mi amiguita se acaba de ganar una recompensa por su buen trabajo, ¿no crees?

Lana miró un poco seria a Lola, pero tras tragar saliva, dijo:

—Su-supongo que tienes razón. Meli, ya puedes darte placer.

La cara de Meli se desencajó en felicidad al escuchar esas palabras.

—¡Gracias mi ama! —bramó la mujer morena cual ninfómana sádica y ante las anonadadas miradas de Lindsay y Lacey, comenzó a quitarse la ropa y todas pudieron ver que ni llevaba ropa interior y que su coño ya escurría en sus propios fluidos inundando la pequeña estancia con el aroma de su perfume sexual y una vez que quedó toda desnuda, se sentó en el suelo y comenzó a introducir sus dedos tanto en su vagina como en su ano para masturbarse con tal furia, que cualquiera podría decir que se le había negado el placer sexual por varias semanas y apenas se le había dado permiso de liberar toda esa presión acumulada y si a esa escena se le sumaba que con su mano libre empezaba a pellizcar sus propios pezones erectos como si quisiera arrancárselos.

Por su parte, las dos mujeres habían tenido suficiente de ese lamentable espectáculo.

—¡¿Qué carajos significa todo esto?! —exigió saber Lindsay y la mirada furiosa que Lacey les estaba lanzando, indicaba que exigía lo mismo.

Por suerte para ellas, Lana tenía ganas de hablar:

—Es muy sencillo chicas —inició—. Nuestro hermano Lincoln ha iniciado un harem de esclavas sexuales y ahora mismo algunas de quienes le conformamos hemos empezado a buscar formas de que nuestra posición en el grupo sea más alto respecto a las ...