1. Maduritos interesantes. 2ª parte


    Fecha: 20/04/2019, Categorías: Sexo con Maduras Autor: fuego de Hefesto, Fuente: TodoRelatos

    ... más duro. Jadeábamos los dos hasta que no lo resistí y me enderecé apoyando solo las manos en la mesa y sentí que me entraba más al fondo. El vestido arrugado en la cintura y abierto delante me dejaba desnuda frente a Jorge y al lado del otro compañero de timba. Los dos que me miraban avispados.
    
    - Ahora te vas a correr puta perra, aquí mismo, delante de tu marido y del cabrón de Suárez, me dijo riéndose.
    
    Sin desclavarme me despojó del vestido por la cabeza y solo quedé sobre mis zapatos taco alto que me encumbraban hasta su daga, dejando mi culo redondo en pompa, completamente abierto a su antojo. Los otros dos que no me follaban, no se habían movido de sus asientos alrededor de la mesa y miraban mis pezones duros e hinchados en unas tetas que no dejaban de balancearse, y mi pelo pegarse a mi frente transpirada, mis brazos tensos sujetarme, mi cara inflamada rojiza del subidón de calentura por la follada pertinaz. Mi hombre ahora puso sus dedos en mi clítoris y mis labios que arropaban su émbolo entrar y salir de mi vagina. Siento una crema helada, fresca que resbalaba como espuma y me devolvía a la calentura anterior sin preámbulos. Y mi resistencia duró segundos, sus dedos helados del hielo que tomada de su bebida, pellizcaban mi vulva inflada como un garbanzo, me penetraba el dedo en el culo y los sacaba deseando que los volviera a clavar, los hizo tres, cuatro y hasta cinco veces o diez, mientras yo me doblaba hacia adelante de la mesa ya no jadeando, sino que roncaba, emitía un ruido como gutural de mi garganta y sabía que de un momento a otro me correría delante de todos, allí sobre la mesa, a centímetros de las caras de esos dos que me daban la vuelta recreándose en mi puterio, con el pelo revuelto mojado de transpiración mientras sentía una gota de agua helada caerme por el cuello, mi esposo me puso un hielo para refrescarme, se lo agradecí con una sonrisa.
    
    Mi respiración se volvió entrecortada, el corazón se me apuró, me bajaba algo del estómago hacia mis piernas cuando se detuvo. Yo había doblado los brazos, tenía los codos sobre la mesa y las manos apretadas al mantel, palpitando, vibrando, tensa como cuerda de violín, jadeando como perra.
    
    - ¡¿Quieres que siga Peladita?!
    
    Yo no podía decir palabra, por la sorprendente de su pregunta, y no me podía imaginar cómo estaba allí entregada como un corderito con tres machos… uno de ellos mi esposo.
    
    - ¿Peladita, quieres que siga o que te mande a sentar a la esquina de nuevo?
    
    - Sigue, le contesté
    
    - No te escucho… tu marido debe bastante y aun no has pagado su deuda…
    
    - Sigue por favor,- le dije apocada, humilde.– Cóbrate todo cuanto te debe el cabrón de mi esposo… y un crédito por el doble se hace falta.
    
    Y ahora, escribiéndolo, debo decir, debo reconocer o reconocerme a mí misma que eso me excitaba más, que me tuvieran así, allí, me hacía sentirme mujer, femenina, una hembra que les daba lo que ninguna otra les podía dar… el placer de sentirse machos, poderosos. Que ...
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