1. Una esposa en préstamo


    Fecha: 15/04/2019, Categorías: Infidelidad Autor: Orpherius, Fuente: CuentoRelatos

    ... pelvis a su entrepierna, que ahora ya manifiesta una clara erección y deforma sus pantalones. «Está buscando su polla con su pelvis», pienso para mí, y me pongo como loco. Me arden las mejillas.
    
    Él lleva su mano hacia abajo y le busca la vulva. Comienza a masajearla sobre la tela y observo cómo el cuerpo de Claudia responde de inmediato, retorciéndose. Siento otra descarga de excitación y de celos. Ella lleva las manos a su pecho, dubitativa, y acaricia la tela de su camisa, muy despacio, como tratando de evitar herirme con gestos de evidente iniciativa y deseo, pero no hace más que empeorar las cosas y excitarme doblemente.
    
    Comienza a desabotonarle. Yo pienso para mí: «no trates de engañarme, deseas acariciar su pecho, sus músculos», y esta idea me subleva y me provoca. Retira su camisa y la lanza al suelo, cerca del ropero. Observo el cuerpo fibroso de Marcelo y me quema la envidia. Ella lo estudia con sus dedos: «te gusta, ¿verdad?», pienso, y ardo de deseo. Fantaseo con la idea de que sólo ha sido un gesto natural, sin ninguna intención, pero acto seguido la veo sacar su lengua y empezar a lamerle los pezones. Se me eriza el pelo. «Zorra...», me digo. Él echa su cabeza hacia atrás y disfruta con el roce del apéndice carnoso. Yo me toco con desesperación los pantalones. Mi polla necesita más espacio, y pienso dárselo de un momento a otro.
    
    Él le agarra la melena y la aprieta contra sí, para que siga lamiéndole. Al cabo de unos segundos, le sujeta la cara con las dos manos y le come la boca con fuerza. Ella se deja hacer, inerme, anclada con las manos a sus hombros tensos. Comienza a bajar con su boca por el cuello hasta alcanzar las montañas de carne blanda custodiadas por el sujetador de encaje. Veo cómo resplandece su piel blanca por allí por donde ha pasado su boca, dejando un rastro de saliva.
    
    La rodea con los brazos y busca el cierre del sujetador. Lo abre, desliza las tiras sobre sus hombros y las hace pasar por sus brazos, lanzándolo lejos, a un lado de la habitación. Sus pechos blandos, adornados con las dos fresas puntiagudas, quedan bamboleantes frente a él, que se aleja unos centímetros para admirarlos, salivando, sabedor del banquete que le espera. Ella se deja observar y aprovecha ese instante para mirarme fijamente a los ojos durante unos segundos, mostrándome sus pechos trémulos indefensos, brutalmente excitada, como diciéndome: «mira lo que va a ocurrir».
    
    Se acerca, la sujeta con una mano por la cintura y con la otra la obliga a echarse hacia atrás, empujándola por el hombro. Sus pechos quedan expuestos y él se inclina para mamarlos, pasando de uno a otro. Oigo las chupadas intensas en el silencio de la habitación y observo el brillo de sus pezones tiesos, embadurnados de saliva. Ella se cuelga de su cuello con una mano, acaricia su pelo con la otra, me mira a los ojos girando su cabeza, y le atrae hacia sí con fuerza para que siga mamándola. «Pedazo de puta», grito por dentro. Llevo mi mano a mi cinturón. Sin ...
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