1. Una esposa en préstamo


    Fecha: 15/04/2019, Categorías: Infidelidad Autor: Orpherius, Fuente: CuentoRelatos

    ... dejar de mirarla, me lo desabrocho, descorro la cremallera y me saco la polla. Ella, cruel, se olvida de mí y cierra los ojos echando su cabeza hacia atrás, su espesa melena colgando suelta. Me pone como loco. «Estás disfrutando, ¿eh, zorra?», resuena mi voz en mi cabeza.
    
    Veo a Marcelo acuclillarse ligeramente y llevar sus manos a las pinzas del liguero. Las suelta una a una y las tiras quedan bailando sobre la carne redonda de sus caderas y sus nalgas. Comienza a bajarle las bragas. Éstas se deslizan sobre las medias y caen al suelo. Ella saca una pierna y con la otra empuja las bragas en mi dirección, aterrizando junto a mis pies. Yo me inclino a recogerlas, me repantigo de nuevo en el sofá, me agarro la polla con una mano y con la otra huelo sus bragas sin dejar de mirarla a los ojos. Me muero de deseo. «¿Ya estás así de húmeda, so puta?», me digo. Sigo aspirando su olor con fuerza. «Estas empapada, perra. Estás deseando que te la clave, ¿verdad?», continúo diciéndome, martirizándome con mis propios pensamientos, cada vez más excitado.
    
    La mano de él le busca la vulva. Veo cómo sus dedos hurgan en su raja y se introducen. Ella se cuelga de su cuello y se deja manipular el coño. Mi polla se hincha y se estremece. Tengo que contenerme constantemente para no correrme. No quiero correrme. No debo correrme.
    
    Veo su pelvis moverse rítmicamente con sus caricias obscenas. Luego, él la empuja hacia atrás unos pasos y la hace sentarse en el borde de la cama. Se arrodilla ante ella y la descalza. Lleva las manos a uno de sus muslos y tira del ribete de la media, descubriendo lentamente su carne blanca hasta la punta de su pie, que ella estira combando el empeine. Él lo sujeta con sus manos y comienza a besar sus dedos, a metérselos en la boca, a lamer el arco de la planta y la curva pronunciada del empeine, surcado por finas venas. Vuelve a hacer lo mismo con la otra pierna. Y entonces, para mi propia sorpresa y humillación, ella se desliza hacia el dentro de la cama, abre sus piernas, flexionándolas, y ofrece su sexo con impudicia, colocando sus pies desnudos en el borde del colchón y esperando receptiva su boca, mientras me mira de nuevo a los ojos. «Maldita zorra, cómo te deseo», me digo, «así, ábrete para él, so puta».
    
    Marcelo comienza a lamerla. Ella se echa sobre la cama, su melena revuelta como un abanico. Cierra los ojos y deja que tome su jugo. Lleva una mano a su pelo y lo acaricia, empujándolo hacia sí para sentirlo más intensamente. Noto cómo su pelvis se retuerce instintivamente, como deseando una polla, y me muero de celos, de rabia, de excitación. Él le introduce dos dedos mientras hace vibrar su lengua sobre el clítoris, que descubre con la otra mano. Oigo el chapoteo que producen sus dedos al penetrar su vagina empapada, que sigue subiendo y bajando; oigo sus jadeos, su respiración agitada. Me pone como loco. Marcelo sube con su boca por el vientre agitado, dejando un rastro de saliva, y empieza a comerle los pezones, pasando ...
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