1. Una esposa en préstamo


    Fecha: 15/04/2019, Categorías: Infidelidad Autor: Orpherius, Fuente: CuentoRelatos

    ... sexuales, nuestras fantasías y también de nuestros hábitos en los locales swinger, como en el que nos conocimos.
    
    Tras acabar las copas, Claudia se levanta y dice:
    
    ―Voy a cambiarme. Estoy enseguida.
    
    El ambiente adquiere súbitamente un nuevo tono. La excitación comienza su carrera de ascensión tras este pistoletazo de salida.
    
    ―Marcelo, tú como si estuvieras en tu casa. No sé si habías pensado algo, cambiarte... en fin, haz lo que te haga sentir más cómodo.
    
    ―Gracias, estoy bien. Si te parece, prefiero quedarme así ―me dice quitándose el reloj de la muñeca y dejándolo sobre la mesa, junto a las llaves del coche y la cartera. Está visiblemente nervioso.
    
    ―Por supuesto, como gustes ―le digo, y me levanto para poner algo de música―. ¿Te gusta Metallica? ―le pregunto, inclinado sobre la pila de CDs.
    
    Me mira perplejo, con la mandíbula batiente, sin decidirse a hablar. Metallica es un grupo de heavy metal. No se puede creer que vaya a ponerla como música ambiental.
    
    ―Pues... no lo escucho demasiado, la verdad ―me responde.
    
    ―¡Es una broma, hombre! ―le digo riendo―. ¿Te imaginas tener una sesión de sexo escuchando Battery? ―continúo diciendo, soltando una carcajada―. Tengo aquí un CD de LoreenaMcKennitt. A ver si te gusta.
    
    Regreso al tresillo y continuamos intercambiando algunas trivialidades. Al cabo de unos minutos, se oye el sonido de unos tacones por el pasillo, y mi pulso se acelera. Soy consciente de que está a punto de comenzar un ritual que he programado con ella antes de la llegada de Marcelo. Aun así, no estoy del todo preparado para lo que me voy a encontrar.
    
    Claudia, para mi sorpresa, aparece en el salón en ropa interior de encaje de color morado, tirando a violeta. Sus pezones morenos se perciben a través de los entresijos de la tela, así como la entrada de su vulva. Lleva unos zapatos negros de charol, cerrados, de tacón vertiginoso, y unas medias muy finas y oscuras, sujetas por un liguero espectacular, de color negro, que adorna su vientre, sus caderas y sus nalgas. La melena ondulada le cuelga sobre los hombros. Un escalofrío me recorre el cuerpo. Me quedo de piedra. Claudia está ruborizada; lo sabe, pero no le importa.
    
    Observo el rostro de Marcelo. Está impactado, y no es para menos. En un primer momento, ha intentado mantener la discreción de su mirada, pero dada la situación ha comprendido que es poco menos que absurdo. De modo que tras unos segundos de indecisión, observa abiertamente a mi mujer mientras camina por el salón, devorándola con los ojos, hasta que finalmente se sienta a mi lado y cruza las piernas. Su perfume, aunque sutil, invade la estancia.
    
    Nos miramos unos segundos a los ojos y pongo mi mano sobre su muslo, deslizándolo sobre el tejido de la media.
    
    ―¿Qué te parece esta chica, Marcelo? ―le digo, tratando una vez más de presumir con el cuerpo de mi mujer.
    
    Ella se atusa el pelo, coqueteando. Él levanta las palmas de las manos hacia arriba, que tenía apoyadas sobre sus muslos, y ...
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