1. Una esposa en préstamo


    Fecha: 15/04/2019, Categorías: Infidelidad Autor: Orpherius, Fuente: CuentoRelatos

    ... mano. Yo me pavoneo estando a su lado, sujetándola por su imponente cintura, mostrándola como un trofeo.
    
    ―¿Y le agrada la idea? ―dice ella mirándonos alternativamente a mí y a Marcelo, sonriendo, confiada en el poder de su propio atractivo.
    
    ―Es muy interesante, desde luego ―le contesta él, asintiendo con la cabeza.
    
    ―Marcelo ―digo yo, apoyando mi mano sobre su brazo―, escucha: en otras circunstancias, como puedes suponer, habríamos necesitado concertar una cita para compartir unos minutos juntos, ver si... podríamos entendernos ―le explico mientras atraigo a Claudia hacia mí y la miro a la cara, dándole a entender que es ella la que tiene la última palabra―. Pero en esta ocasión no va a ser necesario ―añado sonriendo, mirándola de nuevo y viendo cómo juega con su melena, excitada.
    
    ―Ajá, comprendo, sí ―dice mirándola discretamente. Claudia disfruta de este momento, sabiéndose el objeto de este tramo final de la conversación.
    
    ―Pues nada―vuelvo a intervenir―, te voy a dar mi número de teléfono, ¿te parece? Me llamas cuando quieras y cuadramos agendas.
    
    ―Perfecto, sí ―me dice sacando de su bolsillo el teléfono móvil. Cuando lo hubo anotado, añade―: Por cierto, Sergio, ¿de dónde sois? Yo vivo en La Laguna.
    
    ―Ostras, es verdad ―le digo, riendo―. Nosotros somos del Puerto de la Cruz. Como te dije antes, habíamos pensado que vinieras... que el chico viniera a nuestra casa. Queríamos usar nuestro dormitorio. Llegado el caso, podríamos ir a buscarte, recogerte donde nos dijeras, sin ningún problema.
    
    ―Oh, no, no te preocupes. Eso no será necesario ―me dice―. En fin, quedamos en esto ―concluye tendiéndome de nuevo la mano y sujetándome con la otra el brazo. Se la estrecho y a continuación se la ofrece a Claudia―: Encantado ―le dice, robándole una última mirada a sus ojos azul-verdoso.
    
    Tras despedirnos, recogemos nuestras bebidas de la mesa y dejamos a Marcelo a solas, concediéndole algo más de intimidad, pues ya debía estar sacando conclusiones. Avanzamos despacio por el local y nos acercamos a la barra para pedir una última copa. Pongo mi mano sobre la cintura de Claudia, la deslizo hacia abajo acariciándole las nalgas, y le digo mirándola a los ojos:
    
    ―Qué bien, ¿no? Ojalá nos llame.
    
    ―Sí, sería estupendo ―me contesta. Yo la miro con ojos pícaros y le digo:
    
    ―¿Te ha gustado, eh?
    
    ―Sí... ―me dice en voz baja. Ambos sentimos la excitación en la mirada del otro. Nos besamos en la boca, sabiéndonos observados por muchos pares de ojos.
    
    Marcelo finalmente nos confirmó por teléfono, dos días después, que aceptaba nuestra propuesta, y que, si no habíamos cambiado de parecer, le gustaría «probar».
    
    Quedamos un sábado por la noche en nuestra casa. Le hicimos pasar al salón y, para romper el hielo, nos sentamos los tres ante unas copas de una ginebra aromática, con poca graduación, que compré a propósito para esta velada. Hablamos durante un rato de cuestiones triviales y, al final de la conversación, de nuestras preferencias ...
«1...345...12»