1. Una esposa en préstamo


    Fecha: 15/04/2019, Categorías: Infidelidad Autor: Orpherius, Fuente: CuentoRelatos

    ... Nosotros venimos aquí ocasionalmente, desde hace unos meses. Hoy sólo hemos venido a tomar una copa. Pero por lo general nos gusta pasearnos, echar alguna ojeada... Y, más que nada, a los dos nos gusta que la miren. A veces busco algún rinconcito en un reservado y disfruto viendo cómo ella se pasea por las dependencias, casi siempre en tacones y ropa interior ―le explico, regodeándome con la imagen que debo estar creando en su mente.
    
    ―¿Han pensado en el lugar del encuentro? ―me pregunta.
    
    ―Sí, claro, sería en nuestra casa. Nos gustaría usar nuestro dormitorio ―le contesto con una sonrisa traviesa, revelándole un detalle más de nuestra fantasía.
    
    Aprovecho este momento para hacer una señal a mi mujer, pidiéndole que se acerque. Ella se aproxima despacio, contoneándose, y se queda de pie, junto a mí. Está espectacular con su vestido color púrpura. Yo me hincho como un pavo.
    
    ―Claudia, te presento a Marcelo ―le digo levantándome y mostrándola, pasando mi brazo por su cintura, sacándola a escena.
    
    Él coloca su bebida sobre la mesa, se levanta del sillón, se inclina ligeramente hacia ella y le tiende la mano, muy educado. Yo no puedo evitar sentir una nueva oleada de excitación y, al mismo tiempo, el pellizco de los celos y de, incluso, la envidia. Marcelo es un tipo bastante alto, calculo que debe rondar el 1'85 m.
    
    Mientras se saludan, observo el reloj de acero y de correa metálica, resplandeciente bajo las luces de neón del local, que lleva en su muñeca y que sobresale bajo el puño de la camisa blanca que ha elegido para la ocasión, vuelto hacia atrás.
    
    Un fino vello oscuro puebla su brazo, bien formado y surcado por finas venas palpitantes que denotan su buen tono muscular. Es de tez morena, pero no debido al sol, sino de natural genético. Una fina pelusa ensortijada cubre la piel de su pecho, que asoma bajo el cuello de su camisa, que se ha dejado sin abrochar. Lleva unos vaqueros de color azul petróleo, y calza unos mocasines negros de suela muy baja, aparentemente muy cómodos. Su pelo moreno, brillante y ondulado, le cubre parcialmente las orejas. Tiene la frente recta, la mandíbula marcada y los ojos marrón caramelo, más bien rasgados. Pienso en mi mujer, que debe estar viendo lo mismo que yo, y siento una punzada de celos.
    
    ―Encantada, Marcelo ―le dice ella mostrando su dentadura, con toda la naturalidad de que es capaz, excitada ante la posibilidad, que yo casi veo como una certeza, de que pudiera estar, más pronto que tarde, entre sus brazos.
    
    ―Un placer ―le contesta.
    
    ―Le he estado comentando un poco nuestra «idea» ―intervengo de nuevo. Claudia asiente, pronunciando un imperceptible «ajá», buscando los ojos de Marcelo con la mirada, un tanto turbada.
    
    Lo más disimuladamente que puedo, me llevo los dedos a mi mejilla para indicarle que lleva el antifaz puesto, y que considero que debería quitárselo. Ella me obedece, haciendo pasar toda su melena oscura por medio de la cinta elástica y volviéndosela a cardar con la ...
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