1. Una madrastra de las buenas


    Fecha: 07/04/2019, Categorías: Infidelidad Autor: AlbertoXL, Fuente: TodoRelatos

    ... a mencionarla. Habíamos sabido que había vuelto a casarse hacía un par de años, pero tampoco habíamos hablado de ello. Mi padre no hablaba de sus ex, no iba a sus bodas. La I.A. Solo eso importaba ahora. Había que atender un mercado de enorme potencial, sin tiempo para recordar a una ex, ni siquiera a mi madre.
    
    Si seguíamos invirtiendo en los video juegos como producto principal y esa porquería de programas de gestión como complemento, no aprovecharíamos la demanda de I.A. de compañía sentimental y sexual que se avecinaba, nos quedaríamos obsoletos, dejaríamos de ser competitivos. Mientras mi padre seguía con toda esa mierda de palabrería empresarial para principiantes, y mi madre, una vez liberada de él y puesto en evidencia que todo tiene un precio, vivía en paz a cientos de kilómetros.
    
    A partir de su divorcio mi padre se convirtió plenamente en un seductor. Había veces en que al despertarme y abrir la puerta del baño, me topaba allí, sentada en el retrete, las bragas por los tobillos, con la actriz que solo dos semanas antes había sido noticia por el estreno de una película. Otra vez la mujer que estaba tomándose un café en nuestra cocina era la joven esposa de un conocido futbolista y,otra mañana le tuve que indicar por dónde sería más fácil que pasase un taxi a esas horas a una popular presentadora de programas infantiles de la tele. Nunca confirmé ninguna de aquellas identidades con mi padre, y jamás las mencioné en su presencia.
    
    Curiosamente, Virginia no cumplía ninguno de los dos requisitos más apreciados por mi padre: la extravagante belleza o la ocupación exótica. Había terminado Empresariales en una universidad privada y ahora aprendía en la pequeña constructora del padre, su forma de vestir chocaba por su normalidad y nunca llevaba ni peinados exuberantes, ni maquillaje, ni abalorios de más. Pero nada más verla en casa supe que había venido para quedarse porque, desde que llegó, se comportó con la despreocupada naturalidad de quien se mueve en un territorio que no solo conoce, sino que le pertenece.
    
    Era menuda, ligera, pero a pesar de ese cuerpo pequeño, de las piernas demasiado delgadas, la cintura fina y los hombros estrechos, no daba sensación de fragilidad. El pelo, de color cobrizo, le caía en una media melena ondulada. Era alegre, habladora, de risa fácil y sonora. Transmitía seguridad y despreocupación. En sus ojos, de un verde intenso, había no obstante un brillo de seducción y de desafío.
    
    Te ofrecía nada más conocerte una cercanía amistosa, si bien intuías que no debías abusar o retrocedería con rapidez hacia una desinteresada indiferencia. Era capaz de decirte con una misma mirada que te admiraba y a la vez dejar claro que nunca te consideraría a su altura. Nada más verla comprendías lo difícil que sería amarla o lograr que te amase. Y sólo tenía veintiocho años, diez más que yo.
    
    Mi padre se enamoró de ella nada más conocerla y no me sorprendió, porque Virginia no era una chica para una noche, sino un amor ...
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