1. EL SECRETO DE NUEVA ESPERANZA: 21 años atrás… (Capítulo 3)


    Fecha: 12/03/2019, Categorías: Gays Autor: Mateo, Fuente: SexoSinTabues30

    ... decía, —raro nombre—, pensó Juan Pablo.
    
    Aquel jovenzuelo era casi de su estatura, solo un poco más bajo y mucho más delgado. Tenía las manos mugrientas, y sobre su cabeza llevaba una gorra vieja para taparse del sol.
    
    Juan Pablo se quedó observando como el muchacho trataba de ponerle la jáquima a un muleto de color zaino, muy arisco. Se acercó un poco más a la cerca del corral y le habló.
    
    —Hola, ¿Pedrucho?… —dijo Juan Pablo, en tono de pregunta.
    
    Pedrucho se dio la vuelta algo sorprendido, quedando frente a frente al hijo de Raymundo.
    
    —Buenas, joven… —dijo él—. Soy Pedro, pero aquí todos me dicen Pedrucho, de cariño.
    
    Juan Pablo sintió que el habla se le espantó al ver el rostro de Pedro. Sin darse cuenta se empezó a sonrojar, igual que el hijo de Celestino al tener muy cerca a Juan Pablo, quien al verle el pecho al muchacho, notó como su firme pene empezaba a despertar, marcándose notoriamente en su pantalón, y cuya erección no pasó desapercibida para Pedro.
    
    El hijo de Raymundo tosió un poco para aclararse la garganta y poder articular palabra.
    
    —Me…. me dijo Celestino que en este corral había una yegua que podía montar. —habló Juan Pablo con voz trémula—. Es que quiero ir a ayudar a arrear las vacas hasta donde toman agua.
    
    —Ah, sí. Es esa de ahí, —dijo Pedro, señalando una hermosa yegua alazana—. Ahorita se la ensillo, joven.
    
    —Gracias….. Pero puedes llamarme por mi nombre, soy Juan Pablo. —dijo poniendo su mano derecha para que Pedro se la estrechara.
    
    El hijo de Celestino le dio la mano a Juan Pablo, sintiendo la virilidad de aquel joven en el saludo, que aunque tenía la mano muy suave y bonita, podía sentir la fuerza del agarre de la diestra, muy masculino. Juan Pablo, por otro lado, sintió lo rasposo de la mano de Pedro, producto del trabajo en el campo.
    
    Apenas se soltaron del saludo, Pedrucho caminó hasta la yegua y le puso la jáquima que tenía en las manos, jaló al animal hasta sacarlo fuera del corral y lo amarró en la cerca, justo al lado donde estaba una silla de montar, la cual Pedro tomó y fue poniendo uno por uno sobre el lomo de la yegua, los peleros.
    
    —¿Me puedes ir explicando cómo se hace?, —le pidió Juan Pablo—. Quiero aprender cómo se ensilla un caballo.
    
    Pedro asintió. Le iba explicando paso por paso como se colocaba los implementos de monta sobre el animal. A medida que le enseñaba, Juan Pablo se le acercaba cada vez más por detrás, y podía sentir como un bulto duro le rosaba la nalga derecha.
    
    —Y así es como se hace. —dijo Pedro, terminando de ensillar a la yegua, teniendo la piel completamente erizada y las mejillas rojas, por los nervios y la vergüenza.
    
    Juan Pablo agradeció a Pedro, montó en la yegua y regresó trotando hasta donde estaban el resto de peones, listos para llevar el ganado a beber agua.
    
    Juan Pablo cabalgaba arreando el ganado en su yegua alazana. Nunca en su vida había arreado un hato de vacas, mucho menos uno tan grande, eran cerca de trescientas cabezas. A medida ...
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