1. EL SECRETO DE NUEVA ESPERANZA: 21 años atrás… (Capítulo 3)


    Fecha: 12/03/2019, Categorías: Gays Autor: Mateo, Fuente: SexoSinTabues30

    Xavier empezó a leer las páginas de aquel primer diario.
    
    Página por página trataba de entender lo que contenía aquel manuscrito, ya que por los años y la humedad, algunas palabras estaban borrosas, además de que la caligrafía no era la mejor y le resultaba difícil entenderle, sobre todo porque algunas palabras estaban en un idioma extraño, que por la forma de escritura supuso sería el quechua, lengua propia de los andes peruanos, sobre todo de la región de Ayacucho.
    
    En la primera página, alguien hacía mención de otra persona; rápidamente, Xavier comprendió que ese alguien pertenecía a un rango ‘’inferior’’ de quien mencionaba, y todo parecía indicar, que el tema central escrito en aquellas viejas páginas, hablaban de algo prohibido, y desconocido para el resto de personas; después de todo, por algo era un diario.
    
    21 AÑOS ATRÁS….
    
    —Oye, papá… ¿Cuándo me vas a llevar a esa hacienda que tenemos en la sierra?. —preguntaba un joven Juan Pablo, de exactos catorce años, a su padre.
    
    —Ya en un par de semanas, a ver si cuando estemos por ahí, con el frío de la sierra te quedan ganas de seguir portándote mal en el colegio el año que viene. Porque ahí sí que te agarro a correazos. —le respondía Raymundo, su padre.
    
    —No, no… Vas a ver que no… —aseguraba Juan Pablo—. ¿Y qué es lo que hay por ahí?. —volvía a preguntar.
    
    —Pues lo que suele haber por el campo; ríos, montañas, animales salvajes; chacras de cultivo de papa, maíz, café; serranos que trabajan la tierra, y principalmente, ganado de engorde.
    
    —Y.. ¿cómo vamos a ir hasta allá?, ¿por carretera?..
    
    —No, hombre, eso es muy cansado, —chistó Don Raymundo—. Vamos a ir en un helicóptero pequeño que compré el año pasado.
    
    —Ah, ya.
    
    —Pero de una buena vez te digo, que cuando estemos allá, no te quiero ver sentado, aunque sea te pones a arrear ovejas con los peones, o a sembrar verduras.
    
    —Sí, claro. Lo que digas. —asintió Juan Pablo, pensando en que a su padre no le bastaba con haberlo metido a un colegio militar, sino que ahora lo tendría de peón.
    
    Quince días después, Raymundo y su hijo se enrumbaban en un helicóptero tan pequeño, que solo cabían ellos dos. Debido a que el padre de Juan Pablo era un condecorado miembro de la Fuerza Aérea del Ejército Peruano, sabía muy bien como pilotar, y sus tratos con el gobierno le daban acceso y facilidades a muchas cosas, además de las que podía obtener gracias a sus empresas y la cuantiosa fortuna que heredó de su padre, el abuelo de Juan Pablo.
    
    Desde la altura a la que iban, se podía observar las pampas ayacuchanas y un cielo azul, muy diferente al cielo gris de la ciudad de Lima. Juan Pablo se sentía muy asustado de ir subido en ese aparato, pero trataba de disimularlo para que su padre no lo notara y lo regañara.
    
    Luego de un par de horas sobre el aire, Raymundo fue aterrizando lentamente sobre una plataforma construida para tal uso. Bajaron del helicóptero, y con las maletas en las manos, caminaron hasta la casa que estaba a unos ...
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