1. EL SECRETO DE NUEVA ESPERANZA: 21 años atrás… (Capítulo 3)


    Fecha: 12/03/2019, Categorías: Gays Autor: Mateo, Fuente: SexoSinTabues30

    ... pocos metros de la pista de aterrizaje.
    
    Antes de que llegaran a la casa, un hombre de facciones muy diferentes a las de los típicos ayacuchanos, se les acercó apresuradamente. El tipo era joven, seguramente estaba entrado en sus treinta años y un poco más.
    
    —Patrón, ¿cómo está?, le ayudo la maleta. —dijo aquel hombre, tomando el equipaje de Raymundo.
    
    —Buenas, buenas, Celestino. Ya estoy por aquí. Este es Juan Pablo, mi hijo. —saludó Raymundo, presentando a su hijo.
    
    —Buenas joven, bienvenido. —saludó Celestino.
    
    —Hola, mucho gusto. —respondió Juan Pablo.
    
    —Me lo traje porque anduvo de buen respondón con los profesores, me estaba haciendo quedar en vergüenza. —dijo Raymundo, refiriéndose a Juan Pablo.
    
    El joven se avergonzó, y por su mente pasaban muchas lisuras en reclamo a su padre, por dejarlo en ridículo frente al peón.
    
    —Me mandas a estudiar a un colegio militar, y no quieres que responda como hombre, ¿entonces para qué me mandas a estudiar ahí?. —increpó Juan Pablo en tono calmado a su padre, quien clavó una mirada frenética sobre su hijo.
    
    Celestino conocía esa mirada en los ojos de su patrón, así que decidió adelantarse a entrar a la casa con la maleta de Raymundo en las manos.
    
    El padre de Juan Pablo era un hombre educado bajo la disciplina, o mejor dicho brutalidad castrante, del ejército. Solía tener un carácter muy fuerte y no toleraba que nadie lo desafiara. Siempre infundía miedo al primer grito, por lo que los peones de la hacienda temían cuando hacían algo mal, ya que podían aguantar los varazos de la ira de aquel hombre.
    
    —¡Vuélveme a responder así, carajo, y te arranco los huevos!, —le reclamaba Raymundo a su hijo, sujetándolo por el rostro con una mano, dejando sus dedos marcados sobre la piel blanca de Juan Pablo, que a pesar de sentir sus mejillas adoloridas, fundía su mirada sobre su padre en modo desafiante, mirándolo a los ojos y elevando la respiración, sin importarle ser mucho más débil y de menor estatura que su progenitor.
    
    Raymundo rempujó la cara de su hijo con la mano, haciéndolo retroceder un par de pasos, y caminó hacia la casa. Juan Pablo levantó la mirada para ver a su padre caminar gallardamente delante suyo, giró la vista hacia el lado izquierdo y notó que un jovenzuelo, que debía tener la misma edad que él, lo observaba con timidez.
    
    —Hola, —saludó Juan Pablo, muy seco, a aquel niño y prosiguió caminando—. ¡Bacán, más gente que vea como mi viejo me trata igual que basura!, —pensó en su mente, mientras caminaba.
    
    Pedro, el muchacho al que Juan Pablo saludó, no despegó su mirada del hijo del patrón hasta que se metió a la casa. Por aquella hacienda no solían ir muchas personas de la capital, mejor dicho, no solía ir ninguna; por lo que aquel muchacho, un poco mayor que él, le parecía muy extraño. Su piel era blanca y tenía el pelo un poco rizado, al mirarlo por la espalda se veía muy ancho, a pesar de que su cara aún no parecía la de un adulto. Sus ropas no eran como las de los ...
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