1. Pintando a mi mamá desnuda (1)


    Fecha: 23/11/2019, Categorías: Incesto Autor: Lazarus, Fuente: TodoRelatos

    ... tengo problema en dejar que me dibujes... desnuda.
    
    Me quede en silencio, estupefacto, sin saber que decir. Pero no fue necesario decir nada, pues ella habló primero.
    
    - Esta bien hoy en la tarde?
    
    - Ehh… Sí, muchas gracias.
    
    Llegó la tarde, y la esperaba con el lienzo instalado en la sala de estar, frente al sillón. Mi madre salió de su pieza con el pijama negro de la otra vez. Aunque, esta vez, mi atención esquivaba el pijama como un obstáculo que me alejaba de lo que había detrás, de su piel.
    
    Nos saludamos con algo de vergüenza y procedí a explicarle lo que debía hacer. La idea era que se recostara en el sillón. Y, cada cierto tiempo, le iría dando pequeñas sugerencias, para poder dibujarla desde diversas perspectivas. Ella me escuchaba con atención, asintiendo. Y apenas finalice con mi instrucción preliminar, se desvistió lentamente. Se sacó el pijama, de una sola pieza, por la parte superior, por lo que pude ver su cuerpo surgiendo lentamente. Su vientre, sus pechos, empujados hacia arriba por el roce del camisón, para después rebotar un poco, hasta quedarse quietos, reposados, lo que nos llevó a compartir una risa nerviosa. La única prenda que quedaba era la tanguista negra, y, sin que yo se lo pidiera, se la sacó y la dejó en el suelo.
    
    Estaba acostada de lado, mirándome. Las piernas cruzadas. Comencé con la parte superior. Me gustaba imaginar que el pincel acariciaba su cuerpo. A medida que pasaba el tiempo, se fueron asomando sus pezones, como llamados por el aire, como alegres de estar siendo retratados. Después de tanto silencio, sentí que era necesario decir algo, cualquier cosa:
    
    - Parece que hace frío.
    
    Ella rió y me dijo, con imprevista seriedad:
    
    - No, lo raro es que no hace nada de frío.
    
    Enfrascado en el trabajo, pasaban volando los minutos. Por momentos la concentración me alejaba, incluso, del deseo que crecía en mis calzoncillos. Pero de vez en cuando me detenía a mirarla, ya no con ojos de artista, sino que de hombre, sediento, deseoso, ansioso por soltar el pincel y tomar mi pene, para pintar todo su cuerpo con mi leche. Y luego me sorprendía, avergonzado de dejarme llevar por esas lujuriosas ensoñaciones.
    
    Ya había terminado el primer bosquejo. Le pedí, entonces, que se diera la vuelta, pero sin cambiar la posición del cuerpo. Ahora veía su cabellera negra cayendo de lado, la parte de atrás de su cuello, su espalda suave, delicada. Y la curva de su cadera, por la que mis ojos subían y bajaban, como en una montaña rusa. Y, bueno, su culo, no demasiado grande, pero bien formado, firme. Daban ganas de apretarlo, de morderlo, de dejar la suave marca de mis dientes, como la firma de un artista que finaliza su obra. Así fue pasando el tiempo y las posiciones.
    
    - Ahora recuestáte hacia arriba, con el brazo izquierdo cruzando tu rostro.
    
    - Ahora de lado, con las rodillas en el pecho.
    
    - Ahora de frente, dejando caer el pelo sobre tus pechos.
    
    Por entonces ya había cumplido, con creces, lo que el ...
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