Maite y su hijo Saúl - Relatos Eróticos

Maite y su hijo Saúl

... necesitaba aquel orgasmo interrumpido. Por primera vez desde su viudedad empezaba a sentirse libre en su mente, libre para fantasear con otro hombre. Se había vestido con un camisón de seda, que realzaba perfectamente sus impresionantes curvas, y con un tacto increíblemente sensual. Se acostó e inmediatamente comenzó a tocarse de nuevo. Se lo quitó y no necesitó mucho tiempo para llegar al punto en donde se encontraba antes, su cuerpo estaba tan caliente que sabía que no tardaría mucho en recobrar las fiebres enfriadas por la interrupción de su niño.

No le costó imaginarse bajando con urgencia los bóxer de Salustiano. El pene saltando como un resorte tras algunos juegos en los que él la había desnudado. El aroma de la entrepierna masculina. No le costó mucho volver a mojar, a sentir las humedades destiladas en su coño pringando los dedos de su mano derecha. Mientras se imaginaba degustando con pasión la banana recién desenvuelta.

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Pensando que las manos que la tocaban eran las de Salustiano, comenzó a jugar con sus suaves senos desnudos. Apretó uno de ellos con fuerza, como lo hacía Salustiano cuando la montaba por la espalda. Agarrando el seno con dureza.

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Lentamente llevó sus manos más abajo para quitarse la ropa interior. Ni siquiera pudo esperar para quitársela por completo, necesitaba sentir sus dedos, los dedos de Salustiano dentro de ella y eso fue lo que hizo. Mover su dedo anular parsimoniosamente dentro de su cálido secreto. Aquello envió escalofríos a todo su cuerpo, esta noche sería diferente para ella y lo sabía.

En su imaginación no eran sus dedos era la lengua de él, los dedos de él.

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Empezó a follarse cada vez más rápido, con uno, luego con dos y finalmente con tres dedos. Sus suaves suspiros dieron lugar a salvajes gemidos de placer que no pudo contener en absoluto.

Saúl se despertó por los sonidos inusuales y se levantó de la cama para ver qué estaba pasando. Maite estaba perdiendo el control más y más por segundos, por lo que sus gemidos fueron muy fuertes para Saúl tan pronto como abrió la puerta de su habitación. ¡Su mamá gemía de placer! Era la primera vez que escuchaba ese ruido proveniente de su dormitorio. Era demasiado joven para haber escuchado a sus padres tener relaciones sexuales en el pasado y Maite siempre fue muy cuidadosa y se masturbaba en silencio. En las raras ocasiones en que pensaba en su esposo y sus noches juntos.

Pero esta noche había sido diferente. Se trataba de ella, necesitaba esto y su mente había bloqueado cualquier otro pensamiento, incluso la idea de ser escuchada por su amado hijastro. Saúl dio unos pasos hacia la habitación de su madre, pero dudaba. No supo cómo reaccionar. Su madre se estaba dando placer a sí misma y, aunque sabía que solo tenía que volver a la cama y tratar de dormir, no pudo evitar el impulso de acercarse. ¡Y eso fue lo que hizo! Con pasos silenciosos llegó a ...