1. Los oscuros deseos de mi hijo (10)


    Fecha: 18/11/2019, Categorías: Incesto Autor: Gabriel B, Fuente: TodoRelatos

    ... mamá, yo no voy.
    
    Dante la soltó. Luego le dio una fuerte nalgada.
    
    —Más te vale. Si no, voy a ejecutar los pagarés y te voy a hacer embargar —amenazó.
    
    —No serías tan malo —dijo ella, haciendo de cuenta de que lo de la nalgada no había sucedido.
    
    Dante volvió al auto. Su madre se había cambiado al asiento del acompañante.
    
    —Te demoraste más de la cuenta —le recriminó. Lo hizo mucho antes de lo que él había imaginado.
    
    —Estuve convenciéndola de ir a Merlo —dijo él, sin mentir, aunque sí omitiendo parte de la verdad, lo que, según consideraba Dante, era la mejor manera de mentir—. Algo me dice que no vas a querer ir sola conmigo —agregó después.
    
    Su madre suspiró hondo, y desvió la mirada a la carretera, mientras él apretaba el acelerador. No solo no habían hablado de lo que había pasado entre ellos, sino que ni siquiera lo habían insinuado. Pero ahora, con ese comentario, la obligaba a rememorar el momento en el que se había cogido a su hijo.
    
    De todas formas, Dante tenía pensado hacerlo algún día, y, aunque no tenía pruebas, algo le decía que ese era un buen momento. Estaba bien dejar que su madre jugara a hacerse la tonta. Pero si eso se prolongaba por mucho tiempo, podía ser que aquella mañana de sexo impúdico quedara en el olvido, cosa que él no pensaba permitir que sucediera.
    
    —¿Y qué tiene que ver? —preguntó ella, para su sorpresa—. Si igual en casa estanos solos todo el tiempo —agregó después—. Si no pasa nada ahí, tampoco va a pasar nada allá.
    
    —¿Entonces preferirías que vayamos solos? —preguntó Dante. La idea de tener una especie de luna de miel con su madre no le desagradaba nada. Y, aunque ella lo negara, el hecho de estar en un ambiente tan diferente, que además le resultaba paradisíaco, como San Luis, de seguro propiciaría a algunas situaciones eróticas. Además, eso de que estaban solos en la casa todo el tiempo no era cierto. Ambos pasaban muchas horas afuera, ella con sus clientes y en el gimnasio, y él haciendo sus cosas. En general se veían a la hora de la cena o del almuerzo, y a veces ni siquiera eso.
    
    —No, está bien. Vamos con las chicas —accedió su madre al fin.
    
    Dante se sentía como un nene caprichoso al que siempre se le terminaban concediendo sus deseos. Solo debía tener paciencia y saber dónde presionar.
    
    —Como la mirabas a tu tía —soltó ella, con aires de reproche, cosa que lo sorprendió.
    
    Llegaron a su casa. Dante abrió el portón eléctrico delgarage. Meditó sobre el comentario de su madre. ¿Había mirado de más a su tía? En el supermercado lo había disimulado bien, pero quizás en el auto…
    
    —No la miraba de ninguna manera especial —dijo Dante.
    
    —La mirabas como si te la quisieras coger —dijo su madre, sin preámbulos.
    
    Bajó del auto, y él la siguió. Sus compras estaban dentro de unas cajas, pues debían cargarlas por una pequeña escalera, y resultaba más cómo así. La madre agarró una caja y él agarró la más grande.
    
    Su madre estaba celosa. Eso estaba claro. Pero le parecía raro que lo ...
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