1. Los oscuros deseos de mi hijo (10)


    Fecha: 18/11/2019, Categorías: Incesto Autor: Gabriel B, Fuente: TodoRelatos

    ... fácil. Tía Érica estaba levemente rellenita, y su culo era un poco más gordo que el de su mamá. Aunque igual era un culo digno de ser esculpido. Su tía tenía una personalidad bien diferente a la de su madre. Era más relajada, más despreocupada, más puta, y no parecía atada a los mandatos sociales como lo estaba la otra. Era justamente por eso que le sorprendía tanto que fuera justamente su madre la que hubiera caído antes que ella. Su tía parecía más accesible, y su vínculo filial, si bien era muy cercano, no lo era tanto como el que Dante tenía con su madre. Y sin embargo se le escapaba continuamente.
    
    Lo había intentado. Claro que lo había intentado. Y había intensificado sus intentos justo en esa etapa en la que su prima Emilia intentaba olvidarse de él saliendo con un chico bobo y aburrido. En la misma etapa en la que su madre le había exigido que ni se le ocurriera intentar nada con su hermana.
    
    Y sin embargo, no había prosperado. Dante carecía de un gran ingenio, pues la enorme atracción que generaba en las mujeres hicieron que nunca necesitara acudir a los halagos, y a las bromas (pues sabía que los hombres que carecían de la gracia del físico lo compensaban en parte robándoles sonrisas a las mujeres). No obstante, a pesar de la falta de carisma de Dante, tía Érica tenía una risa fácil, y la personalidad retraída del chico parecía causarle gracia en sí misma. Así que Dante la hacía reír. Y cada vez que podía le decía lo linda que estaba. Y así y todo no había podido poseerla. Aún.
    
    Había pensado que su noche de lujuria con Emilia iba a alejarlo de su verdadera meta: cogerse a su tía. Pero Érica se había mostrado increíblemente abierta al respecto. Hasta parecía divertirle la idea de que su hija se acostara con él. Luego, cuando Dante supo que Emilia estaba saliendo con alguien, se dijo que su tía, quien ya había demostrado ser muy poco moralista, quizás caía ante sus encantos. Pero lo máximo que había logrado fue darle un beso en la boca. Fue esa misma tarde en que su madre había llamado a su hermana para luego exigirle a Dante que volviera a casa. A él le gustaría creer que no se había podido coger a su tía por la irrupción de su madre. Pero sabía que no era así. Aquella tarde, entre risa y risa, Dante le había robado un beso. Luego la agarró de la cintura y la atrajo hacía él, listo para tumbarla en el piso y cogérsela ahí mismo.
    
    —¡Ay no, nene! —dijo ella, apartándose.
    
    No se había enojado (tía Érica nunca se enojaba). Pero tampoco se mostró flexible. Cambió de tema, como si su sobrino no hubiera pretendido comerle la boca. En eso se parecía mucho a su hermana menor. Prefería hacerse la tonta antes que enfrentarse a un dilema que le resultaba sumamente incómodo.
    
    —¿Llevamos mermelada? —le preguntó su mamá, sacándolo de su ensimismamiento.
    
    —Sí —dijo él, encogiéndose de hombros—. Nunca está de más.
    
    Le dio gracia la tensión que parecía haber entre ellos. Era la típica tensión que se generaba entre dos amantes que se veían ...
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