1. Los oscuros deseos de mi hijo (10)


    Fecha: 18/11/2019, Categorías: Incesto Autor: Gabriel B, Fuente: TodoRelatos

    ... cogiendo.
    
    Ella abrió los ojos, como si le sorprendiera la naturalidad con la que su hijo pronunciaba aquellas palabras. Pero no tardó en recomponerse. Todo indicaba que por fin iba a dar el brazo a torcer, y lo único que había necesitado hacer Dante había sido darle celos con su hermana.
    
    —Acordate. Cuando terminemos no quiero ningún comentario al respecto. Una vez que acabemos y nos vistamos, esto va a quedar en el pasado —dijo su madre—. Y esta va a ser la última vez —agregó después, aunque a él le pareció que lo decía más bien para intentar convencerse a sí misma de eso.
    
    Por lo visto no podía evitar ponerse pesada. Pero al menos estaba accediendo.
    
    Por toda respuesta, Dante arrimó su verga en un movimiento pélvico. Ella la recibió con sumisión, y empezó a mamarla como bien sabía hacerlo. El placer de Dante no se limitaba a ese delicioso estímulo lingual. Ver la cabeza de su amada madre subiendo y bajando a cada rato, para llevarse su gruesa verga a la boca, era en sí mismo algo demasiado excitante. Tanto, que el cuerpo de Dante no parecía poder soportarlo.
    
    Como había prometido, la eyaculación ya era inminente, cuando no habían pasado ni cinco minutos. Dante retiró su verga baboseada. Ella levantó la cara, como esperando a que acabara sobre ella. Pero Dante no lo hizo. Dio media vuelta y agarró el plato que tenía la sopa inglesa. Se la entregó a su madre, quien la agarró, estupefacta, intuyendo que su niño se traía algo entre manos. Entonces empezó a masturbarse. Dante jamás le haría algo tan desagradable como hacerle comer su semen sin que ella lo supiera. Por eso ahora le mostraba el proceso frente a sus narices. Por un momento temió que a su madre le agarrara un ataque de mojigatería y retirara el plato. Pero por suerte no lo hizo. Quizás comprendió que, si de todas formas estaba dispuesta a tomarse toda la leche de su hijo, no le costaba nada complacerlo con ese morboso capricho.
    
    El semen saltó, abundante. Dos chorros gruesos cayeron sobre el plato, por lo que el espeso y tibio líquido se mezcló tanto con la crema como con el bizcochuelo. Dante gimió, sin poder ver el rostro de su madre mientras decoraba el pastel con el que iba a merendar con ese peculiar ingrediente. Luego, cuando su visión se aclaró, la miró. No estaba asombrada, pero era como si estuviera en otra parte. Como si lo que tenía con su hijo hubiera alcanzado un nuevo grado de perversión que la hizo quedarse así, petrificada ante semejante escena.
    
    Entonces Dante se inclinó, aún agitado por la intensidad del orgasmo. Agarró la cuchara y cortó un generoso trozo de pastel. Luego, lo llevó a la boca de su madre. Ella separó los labios enseguida, cosa que lo satisfizo enormemente. Masticó ese rico bizcochuelo, sintiendo el sabor a vainilla, dulce de leche, crema, y semen.
    
    Dante se sentó en un sofá que estaba frente al de su madre. Se acomodó, como si estuviera viendo una película. La hermosa morocha terminó de masticar y tragó.
    
    —¿Está rico? —preguntó ...