1. Los oscuros deseos de mi hijo (10)


    Fecha: 18/11/2019, Categorías: Incesto Autor: Gabriel B, Fuente: TodoRelatos

    ... la sopa inglesa. Dante miró la porción. Eran dos capas de bizcochuelo con dulce de leche en el medio y mucha crema encima.
    
    No era partidario de masturbarse, pero por esta vez haría una excepción. Puso en una bandeja la tasa de té y la porción de sopa inglesa, que a su vez estaba en un platito. Luego se desnudó. Estaba perfectamente consciente del impacto que tenía su cuerpo desnudo. Siempre había hecho lo posible por parecerse todo lo que podía a su padre, pues sospechaba que era algo que tanto a su madre como a su tía le generaban sentimientos extraños que le jugaban a su favor. Pero su vanidad lo hizo ganar una masa muscular mucho mayor a la que su progenitor había tenido jamás. Sus abdominales estaban marcadas, sus piernas y brazos eran gruesos, su pectoral voluminoso, su espalda ancha. Además no era un simple grandulón. Era muy ágil, hábil en los deportes y en la cama. Su verga estaba totalmente depilada, por lo que resultaba increíblemente intimidante, ya que resaltaba su tamaño. Y su erección aún era óptima.
    
    Pero Dante no haría algo tan bajo como masturbarse sobre un pedazo de pastel para que su semen se impregne en la crema y que su mamá se lo comiera sin saberlo. No, él no era esa clase de persona. Además, dudaba de que el líquido viscoso pasara desapercibido. Tenía una densidad bien diferente a la crema. Además, por el fuerte olor que tenía el semen, deducía que su sabor también sería muy intenso, por lo que no creía que la dulce crema eclipsara tal sabor.
    
    No, Dante jamás haría algo tan torpe como eso.
    
    Así que se fue a la sala de estar, totalmente desnudo y al palo, con la bandeja en sus manos.
    
    —¡Qué hacés! —gritó su madre, espantada.
    
    Estaba viendo la tele, y se percató de su presencia cuando él ya estaba a unos pasos de ella. Dante apoyó la bandeja en la mesa ratona. Su horrorizada madre se había acurrucado en un extremo del sofá, aunque no había atinado a irse. Ni tampoco parecía poder desviar la mirada del escultural cuerpo de su hijo.
    
    —¿No era hoy tu permitido? —preguntó Dante, con un evidente doble sentido.
    
    Ella no dijo nada. Trató de mirarlo con el ceño fruncido, pero no le pudo sostener la mirada por más de unos segundos. Dante agarró una de sus manos y la llevó a su dura barriga, haciendo que las yemas de los dedos de su madre la acariciasen.
    
    Esperaba que ella lo rechazara, aunque fuera con debilidad. Parecía que el hecho de poner negativas la hacían sentirse menos culpable cuando por fin accedía. Pero no dijo nada. De hecho, levantó la vista y lo miró a los ojos. Parecía profundamente avergonzada, pero también parecía totalmente resignada ante la idea de dejarse llevar por la corrupción a la que él la había empujado hacía unos días.
    
    —Se me va a enfriar el té —susurró.
    
    Le encantaba cuando aparecían esos hermosos dientes blancos irrumpiendo en medio de ese rostro marrón oscuro.
    
    —No. No se te va a enfriar —dijo Dante—. Esto va a ser rápido. Después podés merendar. Y luego seguimos ...